azulinos solidarios
“Aquí es muy difícil cenar solo. Al final del día vas a la puerta del almacén y allí se decide qué vamos a comer. De esa forma, con la plata que iban a gastar tres personas, comemos siete u ocho”, dice Víctor Dámaso Prieto, un ex librero de Buenos Aires que durante su vida porteña también trabajó en revistas y editoriales. El trajín comercial de la librería lo saturó y decidió buscar nuevos horizontes. Así llegó a Mar Azul, donde probó nuevos oficios y empezó a participar de la vida en comunidad. Uno de los mayores tesoros que Víctor encontró en este lugar es la solidaridad de la gente. “Llueve, se inunda una casa y a los 10 minutos hay 50 personas con sus propios baldes, mojándose, descuidando su propia vivienda.”
En la actualidad, además de atender su colección de casi mil piezas de fósiles y huesos recuperados en sus caminatas por la orilla de la playa, Víctor trabaja en la administración del complejo Rincón de Mar y sabe que la posibilidad de mantenerse depende de la cantidad de turistas que lleguen en invierno, de los vaivenes de este bendito país y de tantas otras cosas. Si eso no ocurre volverá a la construcción o a la pesca, como hizo cuando decidió, como otros tantos en estas épocas, cambiar el asfalto por la arena y vivir entre el bosque y el mar.