Domingo, 20 de junio de 2010 | Hoy
En las costas francesas de Baja Normandía –frente al Canal de la Mancha– hay una abadía amurallada en un islote rocoso. Se llama Mont Saint Michel y la espectacularidad de su arquitectura en un desolado paisaje atrae a más de 3 millones de viajeros por año. El primer monasterio cristiano se erigió en ese lugar en el año 708, consagrado al Arcángel Saint Michel. En el 966 unos monjes benedictinos reemplazaron el templo por una iglesia de estilo románico. En 1204 un ejército de guerreros bretones incendió Saint Michel y el rey Felipe Augusto II hizo reconstruir el monasterio con estilo normando. Pero las luchas entre bretones, normandos e ingleses produjeron tantos daños en Saint Michel que se decidió fortificarlo. Gracias a eso, los ingleses fracasaron en su intento de conquistar la abadía durante la Guerra de los Cien Años. En el siglo XV se agregaron dos torres a la fachada del templo para asemejarlo a Nôtre Dame y su estilo gótico. Así, con una superposición de estilos, Saint Michel se fue recargando de manera algo caótica. Al triunfar la Revolución Francesa, sus monjes huyeron y la abadía fue convertida en una prisión donde fueron encarcelados unos 300 religiosos que se resistían a la nueva constitución civil del clero.
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