La historia del Pelourinho
Poco después de la fundación de Salvador, en 1549, los portugueses construyeron una ciudad fortificada cuyo núcleo era la zona que actualmente ocupa el barrio del Pelourinho. El nombre proviene de una estructura de madera enclavada en medio de una plaza donde se ataba a los esclavos para azotarlos en público por transgredir las leyes. Por lo general el Pelourinho era construido inmediatamente después de la fundación de una ciudad. En este caso, el mecanismo de tortura fue trasladado de lugar varias veces a lo largo de la historia colonial de Salvador. Alguna vez estuvo en la plaza Terreiro de Jesús, pero fue mudado a otro sitio por pedido de los jesuitas, ya que los lamentos de las víctimas interrumpían la misa matinal. El último lugar donde estuvo instalado el Pelourinho fue en la Plaza de Sé, aunque ya no quedan sus rastros en el lugar. El barrio del Pelourinho que llega hasta nuestros días es el testimonio de una época de prosperidad económica que comenzó con el descubrimiento de oro y piedras preciosas. Por otra parte, el azúcar producido en los ingenios de Recóncavo impulsó el desarrollo convirtiendo a Salvador en un gran puerto de exportación. Todo esto generó un excedente de recursos que permitió la construcción de suntuosos caserones, ricas iglesias, grandes conventos y palacios levantados entre los siglos XVII y XIX, que llegan hasta nuestros días convertidos en la mayor colección de arquitectura barroca colonial de América, según la Unesco.
En el Pelourinho habitaban prósperos comerciantes, los “señores de ingenios”, autoridades políticas, médicos, abogados y la alta jerarquía eclesiástica. Durante el siglo XIX, con la concentración de las actividades económicas en la “ciudad baja”, algunas familias tradicionales comenzaron a mudarse a otras áreas de la ciudad en busca de patrones urbanos más modernos de estilo inglés. En la primera mitad del siglo XX el Pelourinho se fue desvalorizando en términos de estatus social y las casas se subdividieron internamente para aumentar su capacidad, albergando en algunos casos hasta 154 personas. Aparecieron también prostíbulos, bazares, joyerías artesanales y toda clase de pequeños comercios.
A mediados del siglo XX, con el aumento de la población llegada del campo y la falta de desagotes sanitarios, el barrio se degradaba y era sacudido por epidemias de cólera, fiebre amarilla y peste bubónica. El período de mayor degradación llegó con los años 60 y 70, cuando en condiciones pésimas convivían la clase trabajadora más empobrecida, traficantes y proxenetas.