Inspirado en el zoológico y aviario de Moctezuma, que se describe en las crónicas de los conquistadores, el biólogo Alfonso Herrera creó el Zoológico de Chapultepec allá por el año 1924. Su idea era mostrarles las especies nativas a los mexicanos, además de animales de otros lugares del mundo. Con el paso del tiempo, el Zoológico trazó con claridad sus cuatro objetivos: recreación, educación, investigación y conservación. Hoy recibe cinco millones y medio de visitantes al año y es uno de los paseos más populares de la ciudad.

Pero sobre todo, cuando se recorre el Paseo de la Reforma no se puede dejar de enfilar hacia el Museo Nacional de Antropología, uno de los mejores del mundo, con una estupenda colección de arte precolombino. Hay que ir con tiempo, porque desde el enorme edificio –con su impresionante patio central, su fuente conocida como “el paraguas” y el estanque de lirios– cada una de las piezas que albergan sus salas y la museografía realmente valen la pena. Allí se puede ver la famosísima Piedra del Sol (mal conocida como Calendario Azteca), en la sala Mexica, las cabezas olmecas, los códices y los tesoros de la tumba del rey Pakal.

Cambiando de época, el Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo es otro lugar que se debe visitar si se está recorriendo el Paseo de la Reforma. El edificio mismo es una joya de la arquitectura, considerado una pieza más del museo, y sus exposiciones una estupenda forma de ponerse al día con lo que están creando los artistas de vanguardia. Y, por supuesto, también se puede conocer la obra del gran artista mexicano que fue Tamayo. El edificio está a punto de ser reabierto luego de casi un año de trabajos de remozamiento y adecuación.