En el año 2006, cuando Tolar Grande se abrió –con límites– al turismo, un grupo de pobladores, junto con el director de turismo José Piu, salieron en un camión a ponerles nombre a los paisajes. “Vamos muchachos, que tenemos que aprovechar las horas de luz”, los apuró Piu porque no iban. Y cuando se acercó vio que habían hecho un círculo humano alrededor de un pozo en la tierra donde colocaban hojas de coca. “Pachita Pachita, que los nombres que elijamos sean los que vos quieras y no nos equivoquemos”, dijo el cacique con preocupación. Lo que ocurría era que se estaban metiendo en algo desconocido, ponerles nombre nada menos que a lugares de la Madre Tierra.