Domingo, 4 de agosto de 2013 | Hoy
El hotel cápsula es un derivado de la creatividad innata de los japoneses, obligados por la naturaleza a ingeniárselas para aprovechar el poco espacio que le depara una pequeña isla a tanta gente. Un hotel cápsula de apenas tres pisos puede tener hasta 500 habitaciones. Claro que son habitaciones cápsula, apenas unos centímetros más largas de lo que mide un occidental acostado. Gran parte de los viajeros en Japón se dan el gusto de dormir al menos una noche –o unas horas, como hacen muchos oficinistas que perdieron el último tren– en uno de estos hoteles para vivenciar este icono de cultura japonesa moderna, que suele tener su baño termal llamado onsen, una biblioteca de manga, toda clase de máquinas expendedoras de alimentos, jueguitos electrónicos y servicio de masajes. Uno barato cuesta 20 dólares la noche y uno de lujo, 50. Hay incluso habitaciones cuádruples con cuatro cápsulas, ideales para ir con chicos. Pero, eso sí, hay que cumplir a rajatabla las reglas: una mitad del hotel es para mujeres y otra para hombres, quienes sólo se pueden cruzar en los lugares comunes como el lobby y la sala de televisión. Al onsen sólo se entra desnudo, naturalmente que separados por sexo. Los zapatos se dejan en un locker en la entrada y se vive descalzo. El equipaje no se puede subir a la habitación –no habría dónde ponerlo–, sino que se deja abajo en otro locker (ésta es la única verdadera incomodidad). Cada día a las 12 en punto hay que abandonar la cápsula con todas las pertenencias que uno tenga, y quien desee quedarse más noches deberá pagar día por día, pudiendo regresar recién a las dos de la tarde, una vez terminada la limpieza.
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