Regateo en el pais del Inca Kola
En todos sitios del Valle Sagrado, lo mismo que en las calles de Cusco y al pie de Machu Picchu, los turistas se entrenan en una de las artes de dominio inevitable para todo visitante que pase por aquí: el regateo con las decenas de chicos que venden artesanías, una nube que se disputa con insistencia la posibilidad de colocar sus tejidos, bolsitas de especias, collares, cintas tejidas, o botellas de Inca Kola. Esta bebida que desde hace años le disputa en Perú el cetro a la Coca-Cola (aunque ahora son propiedad de la misma embotelladora) es un clásico que vale la pena probar: a los chicos suele encantarles, por su brillante color amarillo y un raro gusto a chicle, y para los peruanos es toda una tradición que le hace frente a la clásica gaseosa norteamericana. A diferencia de otros lugares, las mujeres y chicos de estos pueblos se dejan fotografiar con sus llamas vistosamente adornadas: en realidad, dieron vuelta a su favor el ansia turística de llevarse todo en una foto, y se prestan sonrientes al rito a cambio de algunos soles. Es uno de los pocos recursos de supervivencia en esta zona, donde la riqueza turística todavía está lejos de traducirse en menos pobreza para los habitantes.