La maldicion de los castorcitos
Todo comenzó en 1946 cuando el Ministerio de Marina decidió introducir 25 parejas de castores en el Lago Fagnano, con la intención de impulsar la industria peletera. El negocio del cuero no prosperó, pero en cambio los castores proliferaron por toda la isla arrasando con todo, hasta alcanzar una población actual de 31 mil ejemplares.
El problema es el siguiente: estos simpáticos roedores traídos desde Canadá tienen en su hábitat natural una serie de predadores como el oso y el lobo, que mantienen en equilibrio el ecosistema. Como medida defensiva, los castores gastan sus largos dientes –que nunca paran de crecer– tirando abajo árboles de hasta 20 metros sobre el curso de un río para formar un dique. Así crean un estanque de una hectárea donde construyen sus madrigueras para vivir rodeados de agua, a salvo del enemigo. En poco tiempo todos los árboles cuyas raíces sean cubiertas por el agua morirán. Como resultado, en Tierra del Fuego ya hay varios millares de hectáreas convertidas –literalmente– en tierra arrasada.
En la actualidad, todos los arroyos y ríos de Tierra del Fuego están afectados por los castores, que incluso están llegando a Chile. Los animalitos no saben que aquí no hay osos ni lobos, y por instinto siguen con su vana y laboriosa tarea de cortar árboles y ramas para acumularlos en diques que llegan a medir 3 metros de altura por 50 de largo. Lo más extraño es que este “ejército” de castores vive desperdigado en núcleos familiares de cuatro integrantes, y solamente los padres son los que trabajan. Miden 1,50 metro de largo, incluyendo la cola, y en apenas dos semanas pueden construir un dique.
El daño ecológico, si bien no es irreversible, es muy fuerte. Y si no se controla el aumento de la población de castores, el problema puede alcanzar grandes proporciones. Cuesta decirlo –y ninguna organización ecologista seria se opone a la medida–, pero el gobierno ha debido lanzar un programa de control poblacional de los castores, que consiste en estimular la caza. Actualmente se ofrecen 5 pesos por cada cola de castor, aunque para cazarlos se debe obtener una licencia que por lo general se otorga a personas desocupadas. La idea no es exterminarlos sino controlar su crecimiento.