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Los embalsados son una formación compuesta por un complejo entretejido vegetal originado de una acumulación de camalotes sobre los cuales el viento va depositando grandes cantidades de polvo. Suelen formarse pegados a la costa, y sobre su superficie crece toda clase de pastizales como la totora y el pehuajó, e incluso árboles pequeños como el ceibo y el laurel. Desde la lancha se ve que la costa se mueve. Y el movimiento del agua hace que se desprendan segmentos, formando verdaderas islas flotantes que navegan a merced del viento y la corriente. Encima de ellos viven normalmente los ciervos, que aquí encuentran seguridad y se sienten cómodos para partir cuando lo deseen, ya que son excelentes nadadores. Toda clase de fauna hace pie en los embalsados, en especial las garzas y numerosas aves.
Es momento de desembarcar y caminar un poco sobre los embalsados de la costa. Al principio reina la desconfianza, pero al poner los pies sobre la tierra queda claro que nadie va a hundirse. Ante cada paso parece que la tierra se hunde un poco, como si pisáramos un colchón vegetal. Al saltar, el suelo vibra fuertemente a nuestro alrededor. Y la sensación es la de pisar un suelo consistente, aunque esponjoso. No es tierra firme, pero lo parece: es tierra que flota.