Domingo, 12 de noviembre de 2006 | Hoy
La ciudad de Taranto tiene sus orígenes en una colonia fundada por los espartanos, que pronto se convirtió en una de las principales de la red de colonias griegas en la bien llamada Magna Grecia. Actualmente es la sede del importante Museo Arqueológico Nacional, que conserva numerosos objetos hallados en la necrópolis local. Pero Taranto sobre todo suena por la vinculación de su nombre con la tarantela.
Según la leyenda, una araña –la “tarantola”–, que mordía a los campesinos de las tierras aisladas, les provocaba un raro mal, un síndrome misterioso que combinaba los sufrimientos físicos y anímicos, y que estaba en el centro de un antiguo rito, una suerte de exorcismo realizado al ritmo de una música agitada. Las principales víctimas de esta araña (en realidad inofensiva) eran las mujeres, pero también algunos hombres y niños, que para curarse acudían a la Iglesia de San Paolo in Galatina. Allí se sometían a un ritual colectivo al son del acordeón, el violín, las mandolinas y el canto, muy parecido –en la impresión del poeta Salvatore Quasimodo– a lo que debieron haber sido los antiguos ritos dionisíacos. Hoy, el “tarantismo” sobrevive oculto a la curiosidad de los medios de comunicación y los antropólogos, pero su energía vital sigue atada a las fuertes tradiciones de la región.
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