19:44 › LA ESTRATEGIA DEL BANCO CENTRAL PARA COMBATIR LA INFLACION
Al igual que el ministro Aranguren, el presidente del Banco Central señaló que el camino para bajar la inflación es contraer el consumo. El instrumento es la tasa de interés. “Si la inflación sube, la tasa sube”, enfatizó.
El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, insistió ayer que su objetivo al frente del organismo se circunscribe a lograr una baja tasa de inflación. Aseguró que la meta es llegar al 5 por ciento en 2019, aunque reconoció que actualmente es difícil tomarse en serio esta proyección. La inflación anualizada que estima el sector privado se ubica en torno al 33 por ciento para 2016, dijo el funcionario, producto de los ajustes tarifarios y la devaluación de la moneda. “Quizás hoy, cuando están por conocerse las cifras oficiales de inflación de abril, este número luce fantasioso o producto de un optimismo implausible”, admitió Sturzenegger. El banquero central explicó que para alcanzar esa meta seguirá subordinando todas las otras variables financieras y cambiarias, a pesar de que eso hasta el momento está generando un fuerte enfriamiento de la actividad económica. En ese sentido, consideró que el actual nivel de tasas –en torno a 37,5 por ciento– está teniendo éxito en moderar las presiones inflacionarias.
Tal como expresó días atrás el ministro de Energía, Juan José Aranguren, para justificar el aumento de los combustibles, la receta del BCRA para contrarrestar los efectos de los aumentos de precios es dejar de consumir. En su concepción del funcionamiento de la economía, Sturzenegger explicó que la manera de contener la inflación es subir la tasa de interés, argumentando que eso conlleva una decisión de trasladar parte del consumo al ahorro. “El instrumento de la política monetaria, como ya dijimos reiteradas veces, es la tasa de interés. Es el instrumento que se utiliza en cualquier régimen con metas de inflación. Y el modo en que opera el sistema es sencillo. Si la inflación sube, la tasa sube, estimulando la sustitución de consumo por ahorro y alineando las expectativas hacia la baja. A medida que la inflación baja, las tasas bajan, acompañando la desaceleración”, explicó. Esta relación no toma en cuenta el efecto de la suba de tasas sobre el costo crediticio, lo que afecta la inversión y, por ende, impide el aumento en la oferta de bienes y servicios, algo que permitiría bajar la inflación de manera estructural.
El objetivo de llegar a 2019 con un nivel de ajuste de precios en torno al 5 por ciento anual había sido planteado por el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, en diciembre, cuando presentó el programa de metas fiscales e inflacionarias para el período 2016-2019. Por su parte, Sturzenegger dio a conocer hace dos semanas el programa monetario, en el que dejó en claro que, más allá de las medidas aplicadas hasta el momento –contracción de la base monetaria e incremento de la tasa de interés–, la política de metas de inflación comenzará a regir plenamente recién en septiembre próximo. El principal escollo para implementar esa política es contar con una medición oficial para los precios. “No tenemos todavía un índice de inflación nacional confiable que nos pueda decir lo que verdaderamente está ocurriendo con la inflación a nivel nacional”, reconoció.
De todos modos, la tarea del Central se limitó a intentar contener vía enfriamiento de la economía las expectativas inflacionarias. “Optamos por un marco de política monetaria en el cual el BCRA elije la tasa de interés y el tipo de cambio flota. Este esquema es común en muchos países del mundo que adoptaron un régimen de metas de inflación”, afirmó el funcionario en el IAEF. “Al mirar hacia el futuro, como presidente del Banco Central está claro dónde hay que poner la atención, el foco y el esfuerzo. El objetivo primario y central de la institución es lograr que Argentina viva con una tasa de inflación baja y estable. De esta forma el BCRA estará contribuyendo de la manera más eficaz también a los otros objetivos que le plantea su Carta Orgánica: el desarrollo de su sector financiero y el crecimiento con equidad social”, resumió Sturzenegger. Esa visión monetarista circunscribe el objetivo al manejo de la cantidad de dinero, dejando de lado otras variables estructurales que ayudan a explicar el fenómeno inflacionario, como tensiones por crecimiento o concentración económica. Otra crítica a esta teoría es que no define la línea de causalidad, es decir si los precios definen la cantidad de dinero o viceversa.
“En estos meses hemos asistido a la tensión de varias fuerzas contrapuestas. La tensión de una política monetaria expansiva del año pasado que todavía está generando efectos, una política monetaria contractiva que recién empieza a generar efectos contrapuestos y el sinceramiento de varias variables económicas como el tipo de cambio y tarifas que hacen pensar en que todo subirá. Pero no todo puede subir. Sobre todo si la política monetaria no acompaña”, estimó.
El banquero indicó que “hoy la cantidad de dinero en la economía es menor que hace cinco meses. Con lo que la tasa de crecimiento interanual de esos agregados ronda el 22 por ciento, mientras que cuando arrancamos crecían a valores cercanos al 40. Esto es relevante, porque los precios de la economía tienen una relación directa con la cantidad de liquidez existente”, sostuvo, abonando la teoría de que los precios se rigen por la cantidad de dinero, una concepción en desuso por ser un análisis incompleto.
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