Vie 15.04.2011

UNIVERSIDAD  › OPINION

Universidad y proyecto nacional

› Por Marcelo Koenig *

Históricamente, el vínculo entre el pensamiento académico y la acción nacional liberadora no fue armónico. Los claustros universitarios, salvo en breves períodos excepcionales, generalmente estuvieron a contrapelo de los procesos de transformación política de nuestro país. La matriz de la universidad como conocimiento que transita en un topos uranus más allá de las contradicciones concretas en las que se debate el destino de la Patria, aparece nuevamente en crisis. Las banderas de un reformismo elaboradas en función de la irrupción democrática del radicalismo durante el primer gobierno de Yrigoyen, si bien no están agotadas, por lo menos requieren de una profunda reformulación después de un siglo. La idea de universidad isla democrática, elaborada en los tiempos de la dictadura proscriptiva iniciada en 1955, chocó finalmente contra los bastones largos del onganiato. Pero la historia demostró que se podía caer más bajo aún. La sangrienta dictadura genocida del ‘76 arrasó con el pensamiento crítico.

Las transformaciones sociales y políticas vividas por nuestro país a partir de la presidencia de Kirchner, todavía no lograron transformar el sentido de la educación superior. La creación de nuevas universidades públicas y el aumento del presupuesto universitario no alcanzan a configurar por sí mismas un proyecto educacional articulado con el proyecto nacional. Esta crisis abarca todos los claustros de la universidad. La militancia estudiantil ha tenido un tránsito lento de las posiciones que siguen la inercia de los tiempos de resistencia al neoliberalismo. A veces, reflejando la hegemonía político- ideológica de los profesores atrincherados en sus privilegios académicos. Otras, construyendo desde la izquierda dogmática esquemas contestatarios que no reconocen escalas de gris en su maniqueísmo, que jamás logran proyectarse de manera efectiva más allá de las paredes universitarias.

Acaso la muerte de Néstor Kirchner marca un hito en el cambio de prácticas que hoy se está constituyendo. En realidad, más que un punto de inflexión, se trató de una demostración de un fenómeno que ya venía manifestándose con anterioridad, aunque con pinceladas parcializadas. La recuperación de la política, ese gran legado de Kirchner, devolvió a la universidad la discusión de lo nacional, del proyecto de país. Por lo menos, a nivel de la militancia estudiantil. Muchos jóvenes universitarios han dejado de pensar en cambiar el auto y han vuelto a pensar en cambiar el mundo.

Alrededor de mil estudiantes universitarios de la JP Descamisados se van a encontrar dos días en la Universidad Nacional de Mar del Plata a discutir la relación entre proyecto nacional y universidad. Que la expresión política de la juventud del kirchnerismo que se reivindica en la tradición del peronismo revolucionario sea capaz de nuclear a esta cantidad de jóvenes de todas las universidades del país es una demostración más del debate político que cruza a la juventud de hoy. La masividad que alcanza La Cámpora, dentro y fuera de la universidad, ya no es un secreto para nadie. Y el debate político que dan en otro ámbito la juventud sindical (que esta semana tiene su propio encuentro en Chapadmalal) y la JP Evita son algunas de las postales que demuestran los avances en la batalla cultural.

Es que pensar la Patria que soñamos ha dejado hace tiempo de ser un ejercicio utópico, para pasar a ser un insumo necesario de la construcción de sentido en el proyecto nacional y popular. Mucho más cuando en un año electoral aparecen delimitándose en el horizonte dos proyectos de país en pugna. La política como representación de intereses se materializa en esa disputa.

Pensar, explicar, construir lo que muchos refieren con la profundización de este proceso es, sin dudas, una de las necesidades de la etapa política. De esta necesidad no es ajeno ese nuevo fenómeno como hecho masivo de los últimos años de multiplicación de la militancia juvenil.

Pensar la profundización no es andar repitiendo slogans publicitarios, ni defender candidatos, sino desplegar un proyecto, animarse a soñar una Patria digna de ser vivida y poner la voluntad al servicio de esa construcción cotidiana en función de una estrategia. Esa construcción se da centralmente por institucionalización de lo conquistado en un plano. Y por el otro, la disputa se da, ya no en el gobierno, sino en el seno del Estado mismo. Se trata en gran medida de construir políticas de Estado que incluyan al sujeto transformador en su formulación, no sólo en su objeto como políticas de inclusión social.

La universidad pública no debiera ser ajena a este pensar los caminos de la profundización. No como aporte de sabiduría incuestionable, sino como aporte a la transformación de la correlación de fuerzas que permita poner el Estado al servicio de la organización del pueblo, y en defensa de los intereses nacionales.

Empapar de pueblo la universidad, consustanciarla con los intereses, los dolores, sufrimientos, necesidades y anhelos de las mayorías ha sido un constante desafío, en el que no siempre y necesariamente se ha estado a la altura de las circunstancias históricas.

* Profesor de Teoría del Estado (Derecho-UBA).

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