Martes, 22 de mayo de 2012 | Hoy
UNIVERSIDAD › OPINIóN
Por Norma Giarracca *
En estos días, a raíz del nombramiento del nuevo presidente del Conicet, doctor Roberto Salvarezza, nuevamente hubo opiniones, incluso del propio funcionario, sobre el papel que cumplen las ciencias sociales y una supuesta disminución del peso de las mismas como acto necesario en el diseño de la sociedad argentina actual. Parecería que no es el turno de las ciencias sociales ni de las ciencias básicas; se trata de alentar el desarrollo tecnológico para sustentar un modelo económico cuya aspiración apunta a un avance en el proceso de industrialización basado en “conocimientos”.
Nos ocuparemos de las ciencias sociales, no sólo por nuestra pertenencia a ellas sino por el esfuerzo invertido en estos años para que lograran el nivel actual. Si recordamos cuándo fueron dejadas de lado, por qué razones y cuánto costó rearmarlas, podremos problematizar mejor nuestras disidencias a estas políticas que ya comenzamos a sufrir. Al retornar a la forma democrática de gobierno, en 1983, las autoridades se preocuparon mucho por lo que había ocurrido con las ciencias sociales durante la dictadura. El Conicet –junto con algunas universidades– fue de las pocas instituciones públicas que incorporaron a los recursos humanos prescindidos y perseguidos durante la dictadura. Pero aún más, aquellas autoridades se preocuparon porque hubiese una política amplia para organizar una “masa crítica” que habilitara un área fuerte y plural.
Después de este impulso del organismo de promoción, que procura sueldos de investigadores, becas de jóvenes y subsidios de investigación, siguieron las universidades públicas, que se animaron a gestar políticas científicas con presupuestos propios que complementaron ese esfuerzo. En 1997 se sumó un nuevo organismo, que fue clave para ayudar a dar un salto importante a los equipos de investigación que se habían estado formando como resultado de aquellas primeras políticas: la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
Con el tiempo se logró una importante acumulación de experiencias de equipos de investigación en todas las disciplinas y todo el país. Un mapeo de los equipos y programas de investigación en ciencias sociales y humanidades nos demostraría su importancia medida en cantidad, calidad, pluralismo, un adecuado número de publicaciones y, sobre todo, sólidos estudios que van desde el conocimiento de nuestro pasado hasta mundos sociales imposibles de acceder sin la férrea voluntad de trabajo de equipos experimentados y comprometidos con el país. Se han publicado muchos libros que deben ser valorados (más de lo que hace el Conicet) porque es el modo de dar a conocer seriamente nuestro país.
¿Qué es lo que está ocurriendo hoy con las ciencias sociales? Los equipos que como resultado de estas políticas se fortalecieron y tienen altas probabilidades de sostenerse en el tiempo, que han acumulado conocimientos en una determinada línea de investigación, han formado recursos, que se han articulado con la docencia universitaria y han otorgado especialistas a otras áreas de la sociedad (Estado, sector privado) corren serios riesgos de desarmarse por un abrupto cambio de políticas de formación de recursos humanos (sistema de becas e ingreso a carrera) del Conicet. Pasó en los últimos años y el nuevo presidente del Conicet, según sus declaraciones, piensa profundizar la misma línea.
Las autoridades tienen derecho a fijar políticas, no es esto lo que está en cuestión, pero reflejando la razonabilidad de las medidas, que se logra respetando los buenos logros. Se están perjudicando grupos de largas e importantes trayectorias y trabajos; y sabemos cuánto costó que llegaran al nivel actual. A nuestro juicio, esta falta de comprensión de las ciencias sociales se relaciona fuertemente con una apuesta “economicista”, que considera que el país necesita básicamente desarrollo de tecnologías de punta, ubicando en un segundo plano aquellos dispositivos cognitivos que nos permiten, entre muchas otras cosas, conocernos, ubicarnos en relación con otras sociedades, analizar las bases de nuestros principales problemas, saber de dónde venimos y, sobre todo, alertar sobre los sufrimientos sociales. La política científica oficial tendría que jerarquizar y cuidar las ciencias sociales para expandir y no retraer la democracia, que es más importante que el desarrollo tecnológico.
* Socióloga (UBA), ex asesora para las ciencias sociales de la Secretaría de Coordinación Académica del Conicet (1984-1988).
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