Vie 27.07.2012

UNIVERSIDAD  › OPINION

¿Por qué necesitamos a Paenza?

› Por Emilce Moler *

En el supermercado del barrio cada dos por tres aparecen distintas ofertas: “Hoy, lunes: con la compra de un chocolate te llevás otro igual a mitad de precio. Mañana, martes, llevá tres chocolates iguales por el precio de dos”. Otra cadena de supermercados, más grandes que los del barrio, ofrece: “Los lunes, llevando dos chocolates iguales, 50 por ciento de descuento en la segunda unidad. Los martes, 30 por ciento de descuento con la compra de tres chocolates iguales”. Para poder elegir la mejor oferta tenemos que saber matemática. También necesitamos matemática para comprar un televisor. Las ofertas describen el tamaño de las pantallas por la longitud de su diagonal. Pero para comprender el tamaño real, el ancho y el largo de la pantalla, debemos aplicar el Teorema de Pitágoras, cuyos enunciados, con la ayuda de otros cálculos, nos ayudarán a tener una mejor percepción de la imagen, ya que nos permitirá establecer la distancia ideal entre el aparato y los observadores.

Estos simples ejemplos demuestran que la matemática está presente en nuestras vidas cotidianas mucho más de lo que creemos. Las computadoras, los celulares, las redes sociales y los múltiples desarrollos tecnológicos están sustentados sobre fundamentos matemáticos.

La Presidenta, cada vez que la ocasión lo requiere, señala la necesidad de que el país forme más ingenieros y profesionales vinculados con la matemática, y exhorta a devolverle sentido a la enseñanza de la matemática, pero, si deseamos recuperar aquel sentido, primero deberíamos responder por qué es “difícil” aprender matemática. En el proceso de su enseñanza y aprendizaje intervienen complejas operaciones mentales, que tienen que ver con el objeto de estudio propiamente dicho, que es abstracto; con la naturaleza lógica de la disciplina y con la necesidad de respetar el ritmo y la secuencia del aprendizaje.

A estas tres dificultades, que conspiran contra la matemática, cabe agregar otra de carácter psicológico: la “Matemafobia”. Muchas de las actitudes negativas hacia la matemática están asociadas al miedo al fracaso y a la equivocación. Frases como “es difícil”, “es aburrida”, “no es para mí”, “no se entiende”, “no sirve para nada”, “es sólo para los que tienen cabeza” paralizan a los estudiantes ante la primera dificultad y se transforman en profecías autocumplidas.

Aunque nuestro país tiene una interesante producción en didáctica de la matemática es hora de plantear nuevas alternativas, ya que los docentes solos no pueden enfrentar semejante desafío. Es necesario que los estudiantes interpreten consignas y modelos. Que puedan comprender conceptos de variable, porcentaje, tasas, cota, exponente, derivada, proporción, función, intersección, igualdad, incógnita, pertenencia, entre otros, que a pesar de pertenecer al lenguaje cotidiano no siempre se utilizan de manera correcta.

De eso se trata: incluir a los jóvenes en distintas disciplinas, brindarles la oportunidad de ser ingenieros o licenciados en cualquiera de las ciencias exactas que elijan, con la convicción de haberlo hecho sin temores ni preconceptos. Ese es el principal sentido que le debemos devolver al proceso de aprendizaje de la matemática: “conocer es poder”.

Por eso necesitamos a Adrián Paenza, para que nos ayude a seguir derribando los prejuicios que obstaculizan la divulgación de la matemática. Necesitamos a muchos Paenza a lo largo de todo el país para completar la transformación cultural que les permita a nuestros hijos ejercer el derecho a elegir “matemática para todos”.

* Directora del Grupo de Investigación en Enseñanza de la Matemática en carreras de Ingeniería; asesora del ministro de Educación.

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