UNIVERSIDAD
› OPINION
Celebración en la cárcel
› Por Marcelo Langieri*
A 20 años de la fundación del Centro Universitario Devoto (CUD) creemos que no debemos tomar este acontecimiento como una fiesta, con un sentido de regocijo, sino como una celebración, como se veneran solemnemente con culto público los misterios de la religión. Esta distinción no es ociosa, es indispensable y tiene un sentido productivo que consiste en distinguir claramente las palabras que se usan, para que no nos siga sucediendo, como advertía Freud, que comenzamos cediendo en las palabras y terminamos cediendo en las cosas. Esta celebración, entonces, debería tener un significado ritual de renovación de propósitos, de recuperación de aquel espíritu que fue capaz de erigir un proyecto de vida en el seno de la muerte. Todos sabemos que a este lugar –estamos en la universidad, pero estamos en la cárcel– se lo llama la tumba. Este nombre fue puesto por sus moradores y una buena prueba de la pertinencia del mismo es la dificultad para salir de ella. Todos sabemos que hacerlo es un milagro.
Esa extraordinaria responsabilidad de crear vida, cuyo origen estuvo en un grupo de internos, le cupo a la Universidad de Buenos Aires junto a las autoridades nacionales de la época y también a las autoridades penitenciarias que supieron entender, no sin dificultades, que estaban poniendo un pie otra época, en una época más digna... No sin debilidades, la universidad ha asumido el rol que le correspondía, y que hoy reafirmamos en esta celebración: garantizar el derecho al conocimiento, a la educación. Aun en las condiciones más terribles, como son las del encierro, se llevan adelante programas de estudio y funcionan productivamente, aunque no sin dificultades –también hay que señalarlo–, varias facultades. A propósito de éstas es bueno remarcar la disposición y voluntad de las actuales autoridades del Ministerio de Justicia y del Servicio Penitenciario para superar los problemas que entorpecieron durante el último año el funcionamiento del programa. También hay que recordar que las instituciones totales tienen dinámicas resistentes a los cambios y que los gatos tienen siete vidas.
El CUD como experiencia pionera, que hoy se extiende a otras cárceles, es un orgullo para la UBA y es una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso de ser transmisores de conocimiento como camino para la libertad, para todas las formas de la libertad. Para finalizar querría decir que otra razón por la cual ésta tampoco debería ser una fiesta es la necesidad de romper el sentido catártico de ese ritual. Para poder tener el sentido refundacional que proponemos, es decir, de reafirmación de lazos, es necesario irse satisfechos pero con el sabor amargo de saber que, cuando nos vayamos, cuando se apaguen las luces, cuando se cierren los candados, una profunda angustia va a perforar centenares de almas.
* Secretario académico de la Carrera de Sociología (UBA). Las palabras precedentes son parte del discurso pronunciado el viernes pasado, en la celebración por los 20 años del Programa UBA XXII y del CUD.