Vie 27.04.2007

UNIVERSIDAD  › OPINION

Concursos y dedicación exclusiva

› Por Andrés E. Carrasco*

No es una novedad que la UBA es un caos. Un diagnóstico confortable, que al no ir mas allá de lo administrativo, presupuestario, no contempla el crónico deterioro académico existente. La principal causa de este deterioro hay que buscarla en el formato y los criterios de los concursos docentes, particularmente los de las máximas jerarquías con dedicación exclusiva. Una mirada cuidadosa puede ver muchos jurados adoptando criterios funcionales a la selección de docentes acríticos, sin capacidad de liderazgo y dóciles al statu quo de una enseñanza burocratizada, relegando no sólo la idoneidad, sino el reconocimiento de trayectorias académicas para privilegiar el control de cátedras y departamentos.

La consecuencia es el no cumplimiento de la dedicación asumida con el cargo, con deterioro de la enseñanza, cristalización de grupos endogámicos, ausencia real de evaluación del desempeño docente y el incumplimiento de las actividades de investigación asociadas al cargo. Todo lo contrario a lo que presupone la exclusividad en la dedicación concebida para desarrollar el compromiso crítico anudando la docencia a la investigación y promover la reflexión intelectual.

El escenario de flaccidez ideológica se agrava cuando las universidades privadas emplean docentes con dedicación exclusiva de la UBA bajo la forma de contratos de locación de obra o servicios que se extienden por años y que en verdad son cargos docentes encubiertos, a tal punto que muchos, conscientes de ello, no los incorporan en tiempo y forma en sus declaraciones juradas. Así no sólo se escamotea la dedicación sino que necesariamente se resiente el desarrollar con responsabilidad y plenitud la docencia y la investigación, además de usufructuar el cargo de la UBA como condición legitimante, para conseguir un sueldo extra en universidades privadas. Todo esto sin olvidar que la violación del compromiso asumido al aceptar el nombramiento es más que injusto con los docentes que trabajan sin salario y que soportan el 80 por ciento del trabajo docente.

El silencio cerrado y cómplice imperante reproduce el poder de estos sectores, cercenando la discusión de contenidos, sentidos y subjetividades y apelando si es necesario a la agresión y amenaza a quienes osan expresarse, como ha sucedido recientemente ante un pedido de investigación acerca del cumplimiento de la dedicación exclusiva en la Facultad de Medicina.

La tendencia a flexibilizar las obligaciones docentes, acortar carreras, reducir y simplificar contenidos para desplazarlos a los posgrados pagos son en el fondo un intento de bloquear debates e instalar conciencias de pensamiento débil, sin compromiso y sin el coraje de ocupar el “lugar incómodo” de convivir con los debates sobre los sentidos de época. Todo debe ser liviano, liquido, cínico. Se naturaliza al graduado en clave de profesional mediocre, extrañado distante de toda orientación humanista y científica. Esta subjetividad neoliberal reprime todo pensamiento crítico y promueve el vaciamiento de la universidad estatal con un avance para terminar con la gratuidad de la enseñanza universitaria, para entregarla sin defensas al mercado. Allí estarán las universidades privadas esperando.

La UBA no puede distraerse de este debate. Debe demostrar la voluntad política para terminar con la ambigüedad y el doble discurso diseñando concursos que construyan liderazgos académicos prestigiosos, para que la formación universitaria no sea reducida a tecnicaturas y permita formar profesionales que ocupen ese lugar de incomodidad desestabilizadora, capaz de interpelar la conciencia de la sociedad.

* Profesor adjunto de la Facultad de Medicina (UBA), investigador principal del Conicet.

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