Mar 17.06.2008

UNIVERSIDAD • SUBNOTA  › OPINIóN

El legado de la historia

› Por Carolina Scotto *

La Reforma fue en primer lugar y en el sentido más estricto un conjunto de acontecimientos en la historia de la Universidad Nacional de Córdoba y más ampliamente en la historia política cultural de Córdoba. Aun cuando dejó su marca en la situación política nacional de principios de siglo e imprimió su sello en la reconfiguración de las universidades públicas latinoamericanas en el siglo XX, no debe dejarse de lado su imprescindible referencia al contexto local de origen: una universidad confesional, nacida a comienzos del siglo XVII, estructurada bajo el modelo de distribución de poder de la sociedad cordobesa, con el peso aun muy fuerte de la Iglesia y de los sectores sociales privilegiados a cargo del Estado, esto es, un contexto político y cultural marcado por la hegemonía clerical conservadora. Por lo tanto, era aquélla una universidad que reproducía la distribución del poder real y simbólico de las clases privilegiadas; una universidad sin autonomía y con escasa conciencia y práctica científicas, con nula apertura social y sin democracia política interna. Con ese trasfondo debe entenderse la matriz fuertemente laicisista o incluso anticlerical, la impronta liberal-democrática, la confianza en el pensamiento y el progreso científicos, la sensibilidad por la vinculación de la universidad con la sociedad que conformaron el núcleo de aquel movimiento.

Sin embargo, la revuelta de 1918 no fue un episodio condenado a ahogarse en su propia emergencia y en su contexto más inmediato. Por el contrario, inauguró la “gran tradición reformista”, excediendo con creces un ideario de alcance local e histórico limitado. Entre ellos, merecen destacarse, en primer lugar, el ideal de unidad regional latinoamericana. Aunque se trató de una idea con ilustres antecedentes en los movimientos independentistas americanos, adquirió en el pensamiento de los reformistas un claro significado antiimperialista y progresista, y se expresó en los proyectos de constituir organizaciones regionales de juventudes universitarias en distintos países de América latina (...) Otro aspecto esencial del programa reformista fue el concepto de un enlace vital de “lo universitario con lo político” para un “nuevo orden social” frente al modelo del “universitario puro”. Como dijo Deodoro Roca, “el universitario puro es una cosa monstruosa”, porque ejemplifica y reproduce el modelo de una institución educativa alejada de los problemas y debates sociales, con una visión profesionalista carente de formación y visión universalista y humanista. Esa esencial relación de lo universitario con lo político tuvo su reflejo en la propuesta de los reformistas a favor de una nueva conformación del gobierno universitario, entendido bajo los conceptos de autonomía (académica, administrativa y política) y de cogobierno (expresado a través de las modalidades propias de la democracia universitaria con participación de los distintos claustros).

Estrechamente ligado al punto anterior, los reformistas también reclamaron la necesidad de una “reforma educativa y pedagógica”: contra la mediocridad, la concepción de la cátedra sin libertad, sin ciencia, sin evaluación. El papel de la enseñanza en la transformación del hombre asociado al papel de la ciencia en la transformación de la sociedad fueron centrales a las protestas y a las propuestas de aquel ideario modernizador: Sarmiento, Darwin, Alberdi, Ameghino, Spencer, Comte, nombres prohibidos para el clericalismo prerreformista se convirtieron en los referentes intelectuales de los reformistas. Con otros ingredientes y renovados referentes científicos e intelectuales, esta bandera es también esencial en la vida actual y futura de las universidades. No es concebible en su ámbito la defensa de versiones oficiales, la existencia de autores prohibidos, la supervivencia de maestros dogmáticos, la tolerancia con los prejuicios ideológicos.

Parte del legado de los acontecimientos históricos que dejan huella es el de constituirse en mitos. Como bien ha señalado César Tcach, la Reforma Universitaria de 1918 marcó el nacimiento de uno de los mitos constitutivos de la identidad cordobesa contemporánea: el de la Córdoba rebelde, ciudadana y democrática, que fue el mito de la clase media progresista, universitaria y no patricia, de la primera generación de hijos de inmigrantes. Sucesivas y necesarias actualizaciones de esa tradición la fueron convirtiendo más que en un ideario vigente, e incluso una dogmática intocable, en un legado vivo: “Pensar la universidad”. Se trata de un legado no conservador justamente, inspirado en los valores de la libertad de pensamiento y acción, y en el desarrollo y autonomía de los pueblos. “Pensar la universidad” es concebir a la universidad bajo las premisas de su autonomía y el resguardo de su libertad de pensamiento y ejercicio crítico, como una institución social que debe contribuir activamente en la definición y ejecución de políticas públicas (culturales, educativas, científicas, tecnológicas, etcétera). Definiendo y decidiendo sobre el financiamiento de líneas de investigación, definiendo y decidiendo sobre programas de estudios, carreras y títulos, definiendo y decidiendo sobre la ejecución de programas de extensión con la comunidad, en el contexto de los nuevos desafíos de la región y frente a los nuevos rasgos de la producción y circulación del conocimiento y la información, juntamente con las organizaciones sociales y el Estado, en una articulación inteligente, oportuna y necesaria. No debe olvidarse que la universidad de la Reforma es la universidad pública, que se asienta por lo tanto sobre los conceptos de bien público e inversión social, premisas que no pueden sostener en el esquema de una “olímpica distancia” del universitario, del académico o del investigador, que define según sus propios automatismos los núcleos de interés teórico o práctico. Como Deodoro lo reclamaba entonces, es hora de remover el prejuicio “universitario puro”, aquella monstruosidad, y devolverle a la universidad su gran misión social que es su verdadero sentido político. Ese movimiento le devolverá a la Reforma su profundo sentido de futuro y ése es el sentido que justifica su conmemoración: recordarnos la sed de futuro que alimentó aquellos ideales y estimularnos para afrontar las tareas que supone.

- Rectora de la Universidad Nacional de Córdoba. Los fragmentos que aquí se reproducen pertenecen al texto de Scotto que prologa el libro La Gaceta Universitaria 1918-1919. Una mirada sobre el movimiento reformista en las universidades nacionales, presentado el jueves pasado y editado en conjunto a través de Eudeba por las universidades de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, La Plata y del Litoral.

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