- Juan José Esturo. Es docente de contabilidad y, en diálogo con este diario, consideró que la escuela “perdió el prestigio y la normalidad” de cualquier institución educativa, es decir, “transmitir el conocimiento y acompañar la labor paterna” en lo que se refiere a educación. Y continuó: “Todo ese tejido social que conforma el sistema educativo de la escuela se ha visto desgarrado en los últimos tiempos necesitando una reconstrucción, que se logra en base al consenso y llegando a la comprensión de cuáles son los objetivos, que no es otro que la formación de los adolescentes”. Esturo señaló que es necesaria una reforma curricular que se apoye en el acuerdo de toda la comunidad educativa. “Tenemos que hablar con sinceridad y poner las cartas sobre la mesa, debemos despojarnos de banderías y de todo lo que pueda atentar contra el consenso.” La idea fundamental, dijo, es unir los destinos de la escuela con el de la Universidad de Buenos Aires.

- Carlos Fornasari. Es docente de matemática y propone “una amplia reforma curricular”, a partir de un trabajo conjunto de los claustros de docentes y estudiantes. Fornasari consideró que todo el sistema de evaluación debe ser revisado y que el verdadero desafío es concebir “una escuela inclusiva, no expulsiva”, que sin embargo no atente contra la calidad de la educación. En este sentido, remarcó que “no tiene sentido generar sistemas de evaluación que favorezcan la falta de estudio, ya que uno de los activos más importantes del colegio está en la capacidad cognitiva de sus estudiantes, que en su mayor número alcanzan los objetivos de enseñanza sin mayores inconvenientes”. Entre otros puntos, defendió la libertad de cátedra y control de contenidos, pero admitió que “constituye un ejercicio democrático auditar las acciones de los operadores docentes, para verificar su articulación con el perfil institucional del establecimiento”.