› Por Diego Fischerman
En esta historia se mezclan dos, una verídica y la otra no. Una desmesurada y la otra gris y cotidiana. La desmesurada es la real y pertenece a una época en que la falta de medida era habitual. Todo podía suceder y uno acababa aceptando con naturalidad que así fuera. La otra historia, la imaginada, es la de una familia más o menos feliz, y unas vocaciones y unos amores más o menos frustrados, y es un homenaje a una generación mayor que la mía y menor que la de mis padres, tal vez cercana a la de sus amigos más jóvenes, a quienes veía, en mi niñez, como las personas más tristes del mundo. En todo caso, ninguna de esas dos historias es la mía y, sin embargo, ambas son inevitablemente autobiográficas. Este cuento pertenece a un libro llamado El principio del terror al que, cada vez más, encuentro como una sola historia y unos mismos personajes mirados desde distintas partes y de diferentes maneras.
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