› Por Violeta Gorodischer
Mucha gente me dijo, después de haber leído “Mamushkas”, que aquí había una perspectiva de género. No sé si es eso, efectivamente, lo que busqué al escribirlo. Pero a veces algunas cosas se filtran sin pasar por la barrera censora de la conciencia, y mucho más en la escritura. Quiero decir; los mandatos con respecto a “lo que debe ser” una mujer no siempre son las supuestas verdades de un machismo anacrónico. Vienen de lugares cercanos, casi familiares; operan a un nivel subterráneo y mucho más perverso: todos los días, sin aspavientos, en sectores sociales con las necesidades básicas cubiertas. Los observamos, los naturalizamos, los aceptamos, los padecemos en silencio buscando, en el mejor de los casos, responder a ellos con una omnipotencia imposible. Esas grietas, mucho más sensitivas que racionales, mucho más cotidianas que teóricas, fueron las que aparecieron en este cuento. Y casi sin darme cuenta, encontré una forma de hacerlas visibles a través de la literatura.
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