Dom 21.01.2007

VERANO12

María E. Walsh X María Moreno

20 años en el espejo: Los reportajes de Página/12 que testimonian dos décadas de la cultura, la sociedad y la política argentinas

› Por María Moreno




Publicado el 3 de septiembre de 1999

Ala Walsh siempre le gustó hablar en color rojo, pero no el bolchevique sino el del pelo de los irlandeses. Por los ochenta decía: “Vivimos en una sociedad machista y además, intensa, románticamente homosexual. Los varones insisten en crear pretextos bélicos porque adoran vivir entre ellos, sin mujeres, confinados en las fuerzas armadas y luciendo coquetos uniformes y brillantes condecoraciones... Sacralizan el deporte porque nada les gusta más que abrazarse y manosearse después del partido. Hasta son capaces de ganar y todo, con tal de premiarse con esos arrebatos”. Y eso que era una mujer a quienes las madres confiaban las orejas de sus chicos. Durante muchos años fue menos conocida por sus libros de poemas, su trabajo en Sadaic, su pertenencia a los intelectuales que se nuclearon en torno a la revista Sur, que por haber revolucionado el género de la literatura para niños. Como compositora ya está a la altura de formar parte de la memoria colectiva hasta el punto de que se olvide su nombre. Es una Violeta Parra menos étnica, una protectora de la reserva ecológica del “argentino”, más cercana a Gabino Ezeiza que a las nursery rhitmes que, según los investigadores, la han inspirado. Hoy acaba de publicar Diario brujo, una serie de miniaturas, algunas de las cuales nada tienen que envidiarle a las “enormes minucias” que el brillante borrachín G. K. Chesterton publicaba en los diarios y con semejante incorrección política. Aunque va para el bronce ella dice que lo único que tiene de metálico es una prótesis que hizo sonar la alarma en su visita a la Casa Blanca. Pero ya tiene biografía fotográfica. La hizo Sara Facio bajo el título María Elena Walsh retratos(s) de una artista libre. Es un libro objeto delicioso y cuidadosamente editado por La Azotea, una editorial que hace años viene haciendo casi una tarea antropológica en la difusión de la fotografía americana. Allí la artista posa desde el almohadón de los bebés hasta la silla donde le gusta tomar lo que llama “té de gordas”. La película de Manuel García Ferré basada en su personaje Manuelita anda muy bien. Las relaciones de la Walsh con la prensa están peliagudas, desde que sus opiniones sobre la Carpa Blanca de los maestros rompiera el romance con la autora de El país del Jardín de Infantes. Ahora la acusan de menemista y de que Manuelita se transformó en modelo top.

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