20 años en el espejo: Los reportajes de Página/12 que testimonian dos décadas de la cultura, la sociedad y la política argentinas
› Por Mario Wainfeld y Diego Schurman
Publicado el 26 de abril de 2003
“Ojo con la veda”, previene Eduardo Duhalde, mientras encarga café para todos y un cortado tricolor en vasito “especial para el Presidente”. Comienza la noche del viernes, llueve sobre la quinta de Olivos y rige la veda electoral. Duhalde deja constancia permanentemente de su deseo de respetar la restricción legal. Luce relajado, de buen humor y bien dispuesto hasta para dejarse fotografiar, algo que no le agrada especialmente. El reportaje, sin embargo, encuentra callejones sin salida a cada rato. “Esto no puedo contestarlo, estamos en veda”. “A ... no podemos nombrarlo, a ver si denuncian que violé la veda y justo ahora me echan”, bromea y se autofesteja. El Presidente asegura que está relajado por encontrarse a un tris de entregar el gobierno. ¿Y está de buen humor porque palpita un satisfactorio (para él) resultado electoral? Duhalde, de cara al grabador, se niega a responder esa pregunta. Ocurre que estamos en veda.
–¿Qué expectativas tiene para la elección?
–Estoy tranquilo, convencido de que no habrá ningún tipo de dificultad. Se van a disipar todas las dudas y se va a votar en total libertad.
–¿No le quedaron ganas de haber sido presidente hasta diciembre?
–Toda la gente hacía apuestas para ver hasta cuándo duraba. Ahora llegó el momento de irme. Y el nuevo presidente, en la segunda vuelta, va a tener el 65 por ciento de los votos.
–¿Qué fue lo bueno y lo malo de su gestión?
–Mi propuesta original no era ambiciosa. Era evitar el caos, lograr la pacificación y garantizar los derechos mínimos básicos alimentarios. Llegamos a dos millones y medio de familias. Eso es lo bueno.
–En materia de empleo...
–Lo que sigue es crear riqueza y después repartirla bien, porque aquí hay una perversa distribución. No es como dicen mis amigos de la CTA. Primero hay que crear riqueza y eso también lo empezamos a lograr. Eso también es lo bueno. Falta, obvio, pero había que arrancar. Es un imperativo moral mejorar el ingreso de los trabajadores. Además potencia el mercado interno. Y nuestro sistema productivo está preparado el 85 por ciento para el mercado interno.
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