VERANO12 • SUBNOTA
En el origen de este cuento, como en otros orígenes, está el azar. Si es que puede llamarse azar a la extraña manera de seleccionar, sesgar, enmascarar, recortar, olvidar y agrupar que tiene la mente. Coinciden, en todo caso, varias fuentes. Tres películas donde hay situaciones de encierro, niños y madres que logran lo contrario de lo que se habían propuesto: Semilla de maldad (en realidad, antes, la novela en la que estaba basada, Simiente perversa, publicada aquí por El Séptimo Círculo), El otro, dirigida por Robert Mulligan, y un telefilm británico con Shelley Winters, producido por Brian Clemens, el mismo de Los vengadores. La infancia, en los cuentos de Abelardo Castillo y Liliana Heker y también, supongo, en “La señorita Cora” de Cortázar (o en su recuerdo). Una especie de manual de instrucciones de Stephen King acerca del relato de terror que se basaba en lo que él llamaba “los ositos”: ni más ni menos que los principios del terror. Una historia –o una clase de historia– que quería contar y un proyecto que estaba detrás de una serie de cuentos que finalmente se encolumnaron con éste en un volumen que de él tomó su título y donde se buscaba encontrar el lado cotidiano del terror o, por supuesto, su inversión. Y, en la mezcla final –que tuvo para mí toda la apariencia del descubrimiento espontáneo–, la certeza de que las leyes del género del terror eran las mismas que regían a la Era del Terror: el miedo, desde ya, pero, detrás de él, el escamoteo de la información, los ocultamientos, el silencio.
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