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Una más del género Shakespeare para adolescentes
“O” es una adaptación de “Otello” al ritmo del hip hop. El drama transcurre en un colegio secundario y el “moro” es un basquetbolista.
› Por Horacio Bernades
Cómo lograr que los jóvenes de tiempos de la compu y el pochoclo vayan al cine a ver Shakespeare: ese parece ser el quid de la cuestión para casi todas las adaptaciones de obras del bardo, de los años ‘90 para acá. Así lo confirman la rechinante Romeo & Julieta de Baz Luhrman, el Hamlet de Michael Almereyda (donde el príncipe de Dinamarca devenía niño-rico-con-tristeza en la Manhattan actual) y esa traslación de La fierecilla domada a un high-school de clase alta californiana que se llamó 10 cosas que odio de ti. En la misma línea se inscribe O, versión libre de Otelo que también comparte el ambiente de colegio secundario y que en Estados Unidos se estrenó el año pasado, luego de haber pasado un par de años en el estante. En los próximos días, el sello Gativideo la hará llegar a todos los videoclubes, manteniendo como título la enigmática letra única del original.
La película estaba lista para su estreno desde 1999, pero la distribuidora Miramax prefirió esperar que pasara el revuelo ocasionado por las disputas a sangre y fuego entre estudiantes secundarios de Colorado, que tenían conmocionada a la opinión pública y podían llevar a que O —que termina con varias muertes entre compañeros de colegio— fuera acusada de incitar a la violencia. Protagonizada por el morocho Mekhi Phifer (a quien en poco tiempo más se verá en 8 Mile, la película de Eminem), O trueca la Venecia de fines del siglo XVI/comienzos del XVIII por la pequeña ciudad estadounidense de Palmetto, en la actualidad. El protagonista ya no se llama Otelo sino Odín, o simplemente “O”, y no es un moro al mando de los ejércitos venecianos, sino la estrella del equipo de básquet del colegio, que libra su propia guerra en contra de los equipos rivales. Encarnada por la rubia Julia Stiles (cuyo protagónico en 10 cosas que odio de ti y este papel la convierten en veterana del género “Shakespeare para adolescentes”), Desdémona es Desi, ya no la hija de un senador, sino del rector del colegio.
El intrigante Yago pasó a ser Hugo (Josh Hartnett, protagonista de La caída del halcón negro) y Casio no es el nombre, sino el apellido del maleable Michael, último integrante del trágico rectángulo protagónico de la obra. Con guión del desconocido Brad Kaaya, O fue dirigida por Tim Blake Nelson, que alterna películas como realizador (la más reciente cuenta la historia del médico judío al que Joseph Mengele obligó a trabajar a su lado en Auschwitz) con otras como actor (fue el tercer escapado de la cárcel en ¿Dónde estás, hermano?, de los hermanos Coen). La adaptación resolvió de la manera más expeditiva el problema planteado por los floridos diálogos shakespereanos —puro anacronismo para un ambiente contemporáneo— eliminándolos de plano y remplazándolos por diálogos coloquiales. Lo que se mantiene es el núcleo dramático. Unico miembro afroamericano del colegio, las condiciones deportivas de Odín hacen de él el ídolo indiscutido, como ocurría con Otelo y sus dotes militares. Pero la semilla de la discriminación está plantada, y sólo se requiere alguien cuya capacidad de odiar iguale a su astucia, para explotarla en beneficio propio. Esa persona es Hugo, compañero de equipo y enemigo de clase de Odín, que lo cela visceralmente porque su padre, entrenador del equipo (Martin Sheen), ha hecho de él su favorito.
Entre susurros y en las sombras, ese maquinador genial y perverso que es Hugo tramará la cadena de manipulaciones y engaños que deberá llevar al hundimiento de su enemigo. Pero ya se sabe que la intriga red que Hugo teje terminará escapándosele de las manos, con lo cual la comunidad entera terminará enlutada. Con un permanente fondo de hip hop y ritmo visual extrañamente pausado para los cánones del “cine para jóvenes”, O es un esfuerzo atendible, una adaptación bastante más respetuosa de lo que puede sonar en primera instancia. Como en la obra de Shakespeare, aquí lo que importa es lo que ocurre entre bambalinas. Si la película no llega a rozarla grandeza del original, es porque no puede haber tragedia cuando lo que está en juego parecería ser —en lugar del poder entero de una ciudad aristocrática— el malestar familiar y la mera consagración deportiva. A falta de tragedia queda el drama, devenido en un baño de sangre que suena desproporcionado en el marco del prosaico ambiente de la escuela secundaria.