VIDEOS
› “LOS SOPRANO ” REFLEJA EL MUNDO DE LA NUEVA MAFIA
El jefe y sus circunstancias
La primera temporada del superéxito de HBO llega al formato DVD. Pero en una versión con subtítulos en portugués o doblaje al español.
› Por Horacio Bernades
Es la mejor serie televisiva en lo que va del siglo XXI y no son pocos los que la incluyen, lisa y llanamente, entre las mejores de todos los tiempos. Pero para el espectador argentino, ver Los Soprano nunca fue fácil: la serie que relanzó el glamour mafioso se emite por HBO, y aquí, para ver HBO, hay que pagar aparte. Desde hace un par de meses, ponerse a tiro con las andanzas de Tony Soprano y sus muchachos ya resulta más sencillo. Basta con correrse hasta un videoclub bien provisto y oblar unos pesitos para llevarse a casa, por todo el fin de semana, una bonita caja conteniendo cuatro devedés. Luego, no hay más que hacerse 13 horas libres para ver la primera temporada completa de Los Soprano, en la edición digital que el sello AVH puso en circulación hace unos meses. Y si se dispone de dos o tres horas más se podrá disfrutar también de los adicionales, entre los que se destaca una jugosa conversación entre su creador, David Chase, y el connaisseur Peter Bogdanovich.
Si nada de todo esto es suficiente y uno anda con ganas de romper el chanchito, con menos de 150 pesos se lleva la caja a casa. Es sólo el comienzo: todo indica que en meses más llegarán también al mercado argentino las cajitas conteniendo la segunda y tercera temporadas, que ya circulan en DVD en Estados Unidos. Como no hay felicidad que sea completa, quien quiera ver Los Soprano en idioma original deberá conformarse... con el subtitulado en portugués. Y si no, doblada al español. En cualquier caso, aquí está la histórica temporada 1999 de la serie –que ya va por su quinto año al aire– desde aquella primera visita de Tony Soprano al consultorio de la doctora Melfi hasta la noche de perros en que el “empresario de residuos” celebra, rodeado de los suyos, la recuperación del poder mafioso.
“Si una familia no lo mata, la otra lo hará”, dice la frase publicitaria, una de las más certeras e inspiradas de que se tenga memoria en el ambiente. El slogan hace centro sobre el corazón mismo de Los Soprano. Si algún nudo dramático tiene la serie, éste reside en la doble encerrona que sufre Anthony Soprano Sr. (el gigantesco, en todos los sentidos, James Gandolfini), a quien ponen en problemas los integrantes del grupo familiar y los miembros de esa segunda famiglia de New Jersey que capitanea, donde los conflictos pueden llegar a pagarse con la muerte. Gran hallazgo del guionista David Chase, que ya había brillado a fines de los ‘70 al comando de esa serie magnífica que se llamó The Rockford Files. Desbordado por la presión y la persistencia de lo que –luego se enterará– se define como ataques de pánico, Tony Soprano se ve obligado a consultar a un psicoanalista. Que, para peor, no es uno sino una: la doctora Melfi (Lorraine Bracco, esposa de Ray Liotta en Buenos muchachos). Lo que más tarde Analízame convertiría en chiste, aquí es un problema serio: para solucionar sus conflictos, Tony debe vencer no sólo su resistencia al análisis sino también el proverbial machismo italiano. Pero lo peor de todo es que el compromiso básico que el psicoanálisis presupone, contarlo todo, es para la mafia un pecado mortal.
Allí está entonces Tony Soprano, hecho un nudo entre la necesidad y la tradición, entre sus colapsos nerviosos y el juramento de omertá. Atrapado además entre los aprietes de su tío Junior (que no soporta que el sobrino esté más arriba que él en la jerarquía) y su sobrino Christopher, que le reprocha no tenerlo en cuenta. Y entre mamá Livia, versión filicida de la mamma castradora y terrible (la espectacular Nancy Marchand, lamentablemente fallecida al año siguiente) y su esposa Carmela (durísima Edie Falco), que le echa en cara su ausencia en la cama y su exceso de amantes, mientras se pelea con la hija y está a punto de entregarle algo más que el secreto de la confesión al padre Phil, el cura más hedonista del mundo. Más allá de que esa espesa red dramática parecería más digna de una novela decimonónica que de una tira televisiva, la mayor innovación practicada por Chase no reside tanto en haber incorporado la vida íntima a las películas de mafiosos (eso ya estaba en El Padrino) sino en haber revitalizado el género, poniéndolo en su justa perspectiva histórica.
Como un héroe viscontiano, Tony Soprano se enfrenta a la devastadora certeza de que la Onorata Societá no es ya aquella de los tiempos heroicos de, por ejemplo, su padre. Ahora la mafia está inexorablemente inseminada por el virus de la decadencia. Lo mismo que otras sociedades contemporáneas, llámense los Estados Unidos o el mundo. La mafia como metáfora del mundo: tal vez eso sea Los Soprano.