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“La verdad sobre Charlie” fluctúa entre la liviandad y el sobrepeso
La remake de “Charada”, una gema de los años ‘60 ahora dirigida por Jonathan Demme, nunca termina de definir su identidad.
› Por Horacio Bernades
Dirigida por ese refinado fundamentalista del cine-pompa-de-jabón que fue Stanley Donen, Charada supo convertirse, allá por los años ‘60, en una bruñida gema del pasatismo. Signada por el charme absoluto de su pareja protagónica (Cary Grant & Audrey Hepburn, nada menos), la película hacía de un guión lleno de trampas una invitación a jugar durante hora y media, para después olvidarse de todo. Enormemente popular en su momento y conservando cierto aire mítico a partir de entonces, es realmente raro que, al encarar su remake, Hollywood no haya apostado a reproducir aquel encanto bajo un formato de comedia brillante. Dudando entre el artificio total y un extemporáneo tono de drama, sin terminar de decidirse entre la liviandad y el sobrepeso, aquí está la nueva Charada, titulada The Truth About Charlie y estrenada a fines del año pasado en Estados Unidos. En la Argentina va directo a video, literalmente traducida como La verdad sobre Charlie y editada por AVH.
Nombres no faltan: en la dirección, Jonathan Demme, el mismo de Totalmente salvaje, El silencio de los inocentes y Filadelfia; la pareja central la componen Mark Wahlberg (el de Boogie Nights y la reciente La gran estafa) y la morochita Thandie Newton, la misma de Cautivos del amor. Tim Robbins completa el trío central, París aporta lo suyo y hay cameos de varias leyendas vivientes, desde Charles Aznavour hasta Anna Karina, pasando por la mismísima Magali Noël, que supo ser la Gradisca de Amarcord. Como todas las películas de Demme desde hace casi veinte años, la dirección de fotografía corrió por cuenta de Tak Fujimoto, que intenta darle color a las sombras parisinas con su paleta pop. Luego de contar con David Byrne para la banda de sonido de Totalmente salvaje y de descerrajar el Mambo italiano de Pérez Prado/Rosemary Clooney en Casada con la mafia, Demme sintoniza a la perfección la clase de world music que suele oírse en la capital francesa: la egipcia Natacha Atlas, los africanos Chaba Fadela & Cheb Sahraoui, el árabe Khaled y, cómo no, hasta un tanguito firmado, entre otros, por el argentino Eduardo Makaroff.
Sin embargo, y por más de todos esos brillos, The Truth About Charlie nunca termina de cuajar. Como la Charada original, La verdad sobre Charlie es un paraíso de pistas falsas, un interminable baile de máscaras al que se invita a participar al espectador sin proporcionarle jamás la clave para ingresar. Todo comienza cuando un marchand francés, Charles Lambert, muere asesinado durante un viaje en tren. Recién ahí se entera Regina, la joven viuda (Newton) de que, además de Charles Lambert, el finado podía llamarse también Charlie Lake, Carlo Fabri y Carlos Moreno. Que tenía un pasaporte por cada una de sus identidades, que lo suyo no era exactamente el tráfico de arte, que cierto tesoro de valor incalculable quedó escondido en algún lado. Y que detrás de él andan desde un coreano y una afroamericana (ex miembros de un grupo de elite de las fuerzas armadas) hasta una suspicaz inspectora de la sureté française, pasando por un detective de ascendencia árabe, un funcionario del gobierno estadounidense y un norteamericano que dice llamarse Joshua Peters y posa de ingenuo (Wahlberg), aunque en este contexto ninguna de esas cosas es del todo probable.
Cualquiera se da cuenta de que lo que sobrevendrá de allí en más es un gigantesco e interminable trompe l’oeil hecho de identidades falsas, giros se supone que inesperados y vueltas de tuerca que deberán venir. Y vienen, claro, en cantidades industriales. La película de Donen resolvía esas trampas asumiéndose como puro artificio y ofreciéndose al espectador como burbujeante copa de champagne. Curiosamente, Demme jamás termina de decidirse entre tomarse todo esto como la inmensa broma que es o encararlo en cambio como un thriller perfectamente serio. O, ya que el destino lo llevó hasta París, convertir la película en un desfile de fantasmas de la nouvelle vague, en el que los hoteles se llaman Langlois(por el fundador de la Cinématheque Française), el Aznavour de Disparen sobre el pianista puede materializarse en cualquier escena romántica, Anna Karina cantar un tango, Agnès Varda cruzarse por allí... ¡y hasta la tumba de Truffaut aparecer sobre el final de la película!
Si a esto se le suma que la pareja Wahlberg & Newton está tan a la altura de sus antecesores Grant & Hepburn como George W. Bush puede estarlo de JFK, se concluirá que La verdad sobre Charlie no es el proyecto más inspirado que Hollywood haya tenido últimamente. Lo que es decir bastante.