VIDEOS
“Chicos de vidas peligrosas” huele a verdadero espíritu adolescente
El realizador de videoclips Peter Care retrata aquí el complejo mundo de un grupo de estudiantes de un colegio religioso.
› Por Horacio Bernades
El poste de luz tiene una forma reminiscente de la cruz del Monte Gólgota. Vestidos con sus uniformes escolares, los dos chicos enlazan el poste y lo derriban, en un juego que parecería expresar sus conflictivas relaciones con la enseñanza religiosa del colegio privado al que asisten. Ya en la secuencia introductoria, Chicos de vidas peligrosas deja claro quiénes son los protagonistas, qué clase de relación mantienen con el medio en el que están inmersos y el modo en que expresan esa volátil combinación de juego, rebelión y malestar a la que suele dársele el nombre de adolescencia. Estrenada en Estados Unidos hace un par de temporadas y muy bien recibida por la crítica, ése es el título con el que ahora se lanza en la Argentina The Dangerous Lives of Altar Boys. Literalmente, “La peligrosa vida de los monaguillos”. Producida por la ya extinta compañía de Jodie Foster (quien además se reserva un importante papel), en la Argentina se la conoce por estos días en edición de Gativideo.
Ubicada en el sur de Estados Unidos, en unos años ’70 que la dirección de arte evoca con mínimos detalles (ciertos autos, una bandeja giradiscos, una canción no tan identificable), The Dangerous Lives ... se basa en la novela homónima de Chris Fuhrman, fallecido tras su publicación. Jodie hace de la hermana Assumpta, Madre Superiora del colegio Santa Agata, quedando para Vincent D’Onofrio (de gestualidad más contenida que de costumbre) el rol del padre Casey, fumador a repetición y docente bastante más flexible que los curas que el cine suele retratar. De hecho, por el momento en que se estrenó –en medio de los escándalos despertados por los innúmeros casos de pederastia entre el clero estadounidense– el título de la película generó, antes de su lanzamiento expectativas erróneas sobre su contenido. No hay abuso en Chicos de vidas peligrosas, donde las sotanas y la ortodoxia funcionan sólo como ligera exacerbación de la represividad inherente a toda institución educativa tradicional.
Esa represividad se traduce, sí, a términos morales, cuando uno de los protagonistas conoce a una chica que ha violado el tabú del incesto. Aflora allí una oposición entre moral oficial y relativismo moral, que la película trata con tanta agudeza como discreción, librando a Margie (la magnífica Jena Malone) de toda carga de la culpa y haciendo de ella una chica más acosada por la opinión de los demás que por su propia experiencia. La incipiente relación que con la experimentada Margie entabla uno de los protagonistas, Francis (el no menos excelente Emile Hirsch) funcionará a su vez como disparador de los celos del mejor amigo de éste, Tim (Kieran Culkin, hermano menor de Macauley que casi al mismo tiempo asumió un papel muy parecido en Igby Goes Down, aquí también lanzada en video). Allí quedará claro que lo que une al desafiante Tim con el sensible Francis es esa clase de homoerotismo típicamente adolescente, hecho de una combustible mezcla de deseo simbiótico y rivalidad.
Narrada en un tono de crónica leve que combina la mesura expositiva con la conflictividad latente, Chicos de vidas peligrosas no tiene ni el más mínimo tic, de esos que pueden llegar a temerse de un realizador proveniente del videoclip. Ese es el background del debutante Peter Care, realizador inglés largamente entrenado en clips de R.E.M. y Depeche Mode, entre otros. Haciendo honor a su apellido, Care se muestra sumamente cuidadoso en transmitir la clase de angustia adolescente que no se expresa con grandes arrebatos dramáticos. Por el contrario, la rebelión de Francis, Tim y los otros dos integrantes del pequeño gang se trasluce en algunas herejías menores, como la profanación de la imagen de la santa patrona del colegio, o en la distante insatisfacción que todos experimentan a la hora de la vuelta a casa. Se manifiesta, sobre todo, en la sublimación de ese malestar, mediante el comic colectivo que Francis dibuja y Tim “edita”. Lo protagonizan cuatro superhéroes (uno por cada integrante de la pandilla), cuyos archienemigos son una banda desupermonjas motorizadas. La líder cojea de una pierna, igual que la hermana Assumpta.
Dibujado por Todd McFarlane, autor de la célebre novela ilustrada Spawn, e intercalado en el relato, las imágenes de Los cuatro atómicos comentan la intimidad de los protagonistas, justo al borde de la explicitez. Cuando en la historieta ingrese una heroína, la unidad de “Los cuatro atómicos” se verá puesta a prueba. Es lo que suele suceder con los grupos de varones, cuando la adolescencia va llegando a su fin.