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Las crónicas marcianas de John Carpenter, un maestro “clase B”
En un punto medio entre la ciencia ficción y el western, “Fantasmas de Marte” plantea una tremebunda invasión al planeta rojo.
Por Horacio Bernades
“Mis películas tienen su origen en las que yo veía en los años ‘50, cuando era chico. Ese es el cine con el que crecí y el que intento seguir haciendo. No vas a ver a ningún otro tipo que haga, hoy en día, películas como aquéllas.” Así hablaba John Carpenter en una entrevista concedida en agosto pasado, para la época del lanzamiento estadounidense de su opus más reciente, Ghosts of Mars. Cruce de western con ciencia ficción, de terror con cine de aventuras, pero sobre todo un auténtico exponente de cine clase B, la película más reciente del autor de Noche de brujas debió haberse estrenado en cines argentinos. Su modestia de medios y fines, su renuencia al cine de gran formato, su hechura casi de entrecasa deben haber persuadido a los distribuidores locales de que más valía estrenar películas ostentosas y vacías como Pearl Harbor o Daño colateral. Es así como, en días más, Fantasmas de Marte irá a parar a los videoclubes, en edición de Lk-Tel.
Ya los primeros decorados –un salón inmenso cuyo carácter futurista descansa en el simple hecho de estar enteramente revestido en metal, exteriores de Marte que parecerían filmados en un potrero, interiores de una nave que dan la impresión de querer refugiarse en el anonimato– permiten entrever que la apuesta de Carpenter por la indigencia vuelve a ser, como en Asalto a la prisión 13, Sobreviven o Príncipe de las tinieblas, de un rigor casi fanático, de una evidencia desafiante. A la manera de Fuga de Nueva York, y mientras se oye una de esas inconfundibles bandas sonoras minimalistas que compone el propio Carpenter, un cartel y una voz en off informan del estado de las cosas en el planeta rojo. Es el año 2176. El hombre ha reconvertido la atmósfera marciana para hacerla respirable. La policía impone el orden. Pero una fuerza de origen desconocido acaba de liberarse, sembrando a su paso muerte y destrucción a gran escala.
Más tarde se sabrá que, como en aquellas películas de ciencia ficción de los años ‘50, fue un descuido científico el que liberó el espíritu de los habitantes originarios de Marte. Estos, tan inmateriales como los de La niebla o Príncipe de las tinieblas, han tomado posesión de un grupo de colonos terrestres, trabajadores de una mina. Ahora, los ex colonos lucen pálidos como zombies, emiten sonidos guturales, ofrecen un aspecto de guerreros medievales y practican la automutilación y la decapitación de todo terrícola que se les cruce. Cuando una reducida dotación policial llegue hasta la mina semiabandonada, todo será cuestión de matar o morir –en medio de un total desorden coreográfico y con fondo de rock and roll furioso, como en Vampiros– frente a un enemigo que los supera largamente en número y salvajismo. El propio Carpenter reconoce que, a la hora de escribir el guión, tuvo en mente Zulu, una película de aventuras de los años ‘60 en la que los miembros de un cuartel británico en Africa debían resistir, sitiados, el ataque de una horda de nativos.
Pero lo cierto es que ya su segundo opus, Asalto a la prisión 13, tenía una estructura semejante, que el cineasta adoptó del western de Howard Hawks, Río Bravo. Si a este autopréstamo se le suman ideas tomadas de La niebla, Fuga de Nueva York, El enigma del otro mundo y Vampiros, Fantasmas de Marte termina resultando el equivalente cinematográfico de un álbum de covers, en el que el músico se versiona a sí mismo, al frente de un grupo que incluye a Ice Cube como peligroso convicto y a Natasha Henstridge como la policía que debe trasladarlo (papel que originalmente iba a hacer Courtney Love, más dotada para versión femenina de Kurt Russell). La siempre imponente Pam Grier (no del todo aprovechada aquí) es la comandante del escuadrón, la veterana Joanna Cassidy (de Blade Runner) la científica, y completan el equipo el británico Jason Statham (de Juegos, trampas y dos armas humeantes) y la ascendente Clea Duvall (de Inocencia interrumpida).
“Los marcianos nos ven como invasores, y quieren aniquilarnos”, dice la heroína en algún momento, y es imposible no ver Ghosts of Mars como metáfora o transposición de la conquista del oeste. O de cualquier otro territorio, a cargo de un ejército de ocupación. ¿Será Fantasmas de Marte un film político en clave, camuflado de ciencia ficción clase B?