Vie 05.11.2004

VIDEOS

El universo de Chejov, trasladado a una cálida residencia bretona

Versión aggiornada de La gaviota, el film juega libremente con épocas y nombres.

Por H.B.

Se basa en La gaviota, de Anton Chejov. Pero, a diferencia de anteriores adaptaciones para cine (la más conocida la dirigió Sidney Lumet a fines de los ’60, con James Mason, Vanessa Redgrave y Simone Signoret), esta vez se trata de una versión aggiornada, que se permite jugar libremente con nombres, épocas y circunstancias. Su título es La petite Lili, la dirigió Claude Miller y el año pasado fue parte de la competencia en Cannes. Ahora, La pequeña Lili es una de las cinco películas –inéditas en cine– que por estos días el sello SBP presenta en pack, en todos los videoclubes del país y en formatos VHS y DVD, bajo la rúbrica general de Primer Tour del Cine Francés en la Argentina.
La Lili del título (Nina, en la obra original) es la rubia Ludivine Sagnier, esa “bomba” que el cine francés viene haciendo explotar cada vez con mayor intensidad y que en Cannes 2003 vaya si se hizo notar. Al mismo tiempo que aquí, Sagnier apareció en La piscina, dejando en claro, en una y otra, que si algo la incomoda es dejarse la ropa puesta. Recuérdese: en La piscina –intentando reavivar tal vez el recuerdo de la Bardot–, Ludivine se pasa media película en bikini, y la otra media sin la bikini. Del mismo modo, lo primero que se ve en La pequeña Lili –antes de que el pobre espectador haya tenido tiempo de precalentar– es su cuerpo, pequeño pero sumamente mediterráneo. Como quien lanza un punch a la mandíbula en el comienzo mismo de la pelea, la cámara se pasea por toda la piel de la divine Ludivine, tras una transpirada sesión de sexo campestre con su novio Julien (Robinson Stévenin).
En el campo sigue la cosa, como corresponde, en pleno verano y al borde de un lago. No se trata esta vez de una dacha, sino de una bella residencia bretona, en cuyos alrededores el estío parece estallar de calor y color (el fotógrafo, Gérard Battista, se hace una fiesta cuasi-impresionista con tanto verde y tanto pasto). Allí suelen reunirse –entre el sonido de los grillos y a la hora de la siesta– Mado, una actriz tan narcisista como indica el lugar común (Nicole García), su amante, el cineasta Brice (el siempre impávido Bernard Giraudeau), Simon, hermano mayor de Mado (Jean-Pierre Marielle) y los dos jóvenes, además de una muchacha cuya presencia nadie parece notar (Jeanne Marie, interpretada por Julie Dépardieu) y algún personaje más episódico, como el médico que atiende a Simon.
Como se habrá notado de la lectura del párrafo anterior, y con muy buen criterio por cierto, los guionistas de La pequeña Lili (el propio Miller y Julien Boivent) han querido que el paso del teatro al cine tuviera sus repercusiones en el interior de la ficción. Así, al reconvertirse en Brice, el Trigorin de la obra original cambió también de rubro artístico: ahora no es dramaturgo sino cineasta. Lo mismo ocurre con Julien (el Konstantin Treplev de Chejov), que también es aspirante a metteur-en-scène. Pero lleno de ideales. A diferencia de Brice, profesional del métier a quien el muchacho le reprocha su condición de asalariado. Por supuesto que hay otra clase de rivalidades en juego, teniendo en cuenta que Brice es el nuevo novio de su mamá. Y ya se sabe que los celos no harán más que incrementarse, por culpa de la coqueta de Lili.
Donde la película de Miller se desvía resueltamente del original es en el corte temporal, que allá por los dos tercios del metraje hace saltar la acción unos años, pasando además de Bretaña a París. Toda una herejía antichejoviana, en tanto el lento y continuo transcurrir de las horas es justamente una de las palancas esenciales de las que el dramaturgo ruso se sirve para transmitir la idea de que ese grupo humano intenta cristalizar el tiempo. Nada de eso sobrevive aquí, ante la manifiesta voluntad de Miller –asistente de Truffaut, que siempre se asumió como su discípulo– por rendir homenaje a La noche americana.
En efecto, el rodaje de la ópera prima de Julien (cuyo corto inicial es muy pero muy francés, en el peor de los sentidos) dará ocasión a la reunión de todos los personajes. En tanto esa película recrea, justamente, aquella tarde en la granja. A la vez que a Truffaut, Miller aprovecha también para extender el homenaje a la nouvelle vague en su conjunto, haciendo que Michel Piccoli haga de Michel Piccoli, y que recuerde la filmación de El desprecio. Con lo cual se menciona, de paso, a la Bardot. Como quien supone que la Sagnier podría ser, efectivamente, su heredera.

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