Jueves, 16 de junio de 2011 | Hoy
EL MUNDO › LAS POTENCIAS INVOLUCRADAS EN EL ATAQUE AL RéGIMEN CREYERON QUE EL FINAL DEL LíDER LIBIO LLEGARíA RáPIDO
La OTAN decidió prolongar la intervención en Libia, pero hay voces que advierten que esto podría tornarse crítico. Además del costo financiero y humanitario hay otro dato: Al Qaida se beneficia con el conflicto.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Muammar Khadafi sigue ganando la batalla del tiempo. Los operativos militares lanzados por las potencias occidentales contra los arsenales de Khadafi inmediatamente después de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobara la resolución 1973 (17 de marzo de 2011) prometían un fin rápido del régimen. La entusiasta y difusa oposición libia garantizaba un recambio de poder con la consistente ayuda de los aliados. Tres meses después de las primeros bombardeos contra Libia la síntesis es un estrepitoso fracaso de las ilusiones: Khadafi juega al ajedrez ante las cámaras con sus invitados, en lo concreto con Kirsan Ilyumzhinov, el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, que lo visitó la semana pasada, mientras que la Alianza Atlántica corre detrás de una nueva estrategia que le permita ganar la otra partida, la militar. El paso de los días despejó el humo de la propaganda. El general francés Stéphane Abrial, comandante supremo para la transformación de la OTAN, admitió el martes que si las operaciones en Libia se prolongaban, la situación podría tornarse “crítica”. Amnistía Internacional completó ese mismo día el apocalíptico panorama con una doble denuncia. La ONG hizo públicas las repetidas atrocidades cometidas durante la guerra por los protegidos de Occidente, los rebeldes, y por el antaño mejor amigo del “mundo libre”, Khadafi. Un informe de inteligencia agrega un argumento negro a esta guerra mal preparada: muchas de las armas robadas durante la guerra fueron vendidas a la rama regional de Al Qaida.
El pasado 1º de junio la OTAN decidió prolongar la intervención en Libia hasta finales de septiembre. El tiempo opera como un sustituto de lo que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, calificó como falta de inversiones militares y voluntad política. Los países de la OTAN que participan en la expedición libia –Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Italia, No-ruega y Reino Unido– se plantean hoy la reorganización estratégica de su misión con la perspectiva segura de un conflicto que se extenderá en el tiempo y cuyo empantanamiento puede provocar que otros países sigan el ejemplo de Noruega. Oslo anunció el pasado 1º de junio que se retiraba de la coalición a partir del 1º de agosto. Pese al apoyo constante de la coalición, los rebeldes han avanzado más en el campo diplomático que en el militar y no se han instalado hasta ahora en posiciones decisivas.
Alemania y Canadá, ambos reticentes al principio, se sumaron al grupo de países que reconocieron a los rebeldes agrupados en el Consejo Nacional de Transición (el CNT). El pasado 17 de marzo, Berlín se abstuvo de votar la resolución 1973 de la ONU y también rechazó participar en el operativo “Protector Unificado”. A su vez, Canadá consideró que los rebeldes eran un “interlocutor válido” sin llegar a reconocernos plenamente. Ahora ya no. Berlín y Canadá reconocen al CNT como “el representante legítimo” del pueblo libio, lo que suma 14 países en total (Emiratos Arabes Unidos, Francia, Qatar, Reino Unido, Italia, Gambia, Malta, Jordania, Senegal, España, Australia, Estados Unidos, Alemania y Canadá).
Además de su costo financiero (Francia gasta un millón y medio de euros al día en Libia), el conflicto tuvo un alto costo en vidas humanas. Según la ONU, entre 10 y 15 mil personas murieron desde el pasado 15 de febrero y otro millón y medio fue desplazado por la guerra. La coalición al mando de la OTAN admitió ayer que la guerra benefició colateralmente a las ramas de Al Qaida en la región. Un panel de expertos franceses y extranjeros en temas del mundo árabe advirtió sobre el “riesgo islamista en Libia”. En un informe publicado hace unos días los expertos constatan las ambigüedades y opacidades en el seno del Consejo Nacional de Transición. Dicho informe resalta que “los demócratas son apenas una minoría” dentro del CNT y que ese pequeño grupo pelea junto “a antiguos allegados al coronel Khadafi, partidarios de la monarquía y defensores de la instauración de un Islam radical”. La misión internacional, a cargo del director del Centro Francés de Investigaciones sobre la información, CF2R, Eric Denécé, ex jefe del contraespionaje francés, hizo otro alarmante descubrimiento. El informe anota que “una vez que cayó el sistema Khadafi en Benghazi los arsenales fueron robados”. Ello conduce a los expertos a la siguiente reflexión: “Los servicios de inteligencia occidentales están preocupados por el destino de las armas robadas por los insurgentes en los arsenales libios, en especial los misiles tierra-aire SAM-7”. ¿Dónde están esas armas? En manos de una de las ramas regionales de Al Qaida, aseguran los expertos: “Miembros de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) habrían adquirido varios ejemplares de esos materiales vendidos por los traficantes libios”. La conclusión final de los expertos prueba los desarreglos que acarreó la improvisada intervención de los estrategas occidentales. Según anotan en el texto, “gracias a las armas libias, Al Qaida en el Magreb islámico, AQLI, está reforzando su arsenal y acrecentando la amenaza que representa para los Estados de la región”.
Los aliados prosiguen sin embargo proporcionando ayuda masiva a los inciertos rebeldes. Francia anunció que suministraría 400 millones de dólares a los insurgentes del CNT provenientes de los haberes libios bloqueados en Occidente (unos 150 mil millones de dólares en total). Italia, a su vez, prometió el desbloqueo de otros 500 millones de dólares. Ayer, los rebeldes lograron tomar el control de tres localidades del oeste de Libia situadas en la ruta de Trípoli. Noticia positiva para la OTAN, pero que en ningún caso despeja la impresión de que la supremacía militar occidental opera en Libia con una brújula rota. Lo único seguro es que los partidarios del gatillo fácil intervinieron en Libia bajo mandato de la ONU, pero las acciones emprendidas desde mediado de marzo están a años luz de corresponder con el mandato de la ONU. Los aviones despegaron no para proteger a la población civil, sino para decapitar el régimen de Khadafi.
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