Lunes, 11 de febrero de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Jorge Alemán*
Lo vi en la Boca por primera vez, un catalán extraviado en un barrio porteño. Ya tenía claro que lo importante no era la Filosofía en su Historia, sino aquello que la interpela desde el exterior: la sombra, lo siniestro, el Límite, el psicoanálisis, el cine, la música. Escribo el Límite con mayúscula porque con esa noción captó una fractura ontológica que atravesaba a las cosas, al sujeto, a su existencia sin fundamento. Con ese Límite construyó por primera vez en la historia del pensamiento español un Sistema, un Sistema distinto de los concebidos por el Idealismo alemán pero sin embargo con una coherencia interna inquietante.
En Trías el Sistema era como un castillo de arena a orillas del mar, pronto a desmoronarse, uno encontraba en las páginas de su filosofía ese extraño temblor, esa vigorosa fragilidad que tienen las cosas verdaderas que pasan por la frontera porosa que separa lo que aparece en el concepto y se sustrae al pensamiento. En España, los lunes en Madrid, fuera de su Barcelona natal, con Sergio Larriera y Marivi Gimbel poníamos a prueba esa Frontera, su Sistema se volvía una conversación hasta la madrugada del humor y el desconcierto. Y Trías brillaba, brillaba ante nosotros con delicadeza, sin corregir a nadie ni a nada, sabiendo que el exilio y la frontera entran en correspondencia mutua, sabiendo que en su sistema construido alrededor de un vacío se cifraba una verdad de la vida que de un modo serio compartíamos con felicidad.
Qué gran suerte, qué gran privilegio haber pensado juntos mientras nos queríamos.
* Psicoanalista, agregado cultural de la Embajada argentina en España.
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