Lunes, 2 de mayo de 2011 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Martín Granovsky
El nuevo director de la Agencia Central de Inteligencia que acaba de proponer Barack Obama, el general David Petraeus, será confirmado por los senadores. Por si quedaba alguna duda, su último puesto fue el de jefe de las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Asumirá como director de la CIA con el trofeo de Osama Bin Laden muerto y las manos libres para reforzar las operaciones militares encubiertas.
Petraeus fue el arquitecto de las operaciones de George Bush en Irak y en los últimos años apoyó los ataques contra bases de Al Qaida no sólo en Afganistán sino en Paquistán, donde Bin Laden fue asesinado. La muerte de Bin Laden se produce cuando están a punto de cumplirse diez años del atentado que destruyó las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. En términos prácticos y simbólicos, la operación de la CIA confirma que Washington se aproxima a dejar el lugar de primera potencia económica del mundo a manos de China, pero sigue siendo la primera, a distancia de cualquier otra, en su capacidad de uso de la fuerza, contrainsurgencia incluida.
Por eso Obama, en el discurso que comenzó a las 0.35 de hoy, hora argentina, recordó que el ataque fue dirigido contra las Torres Gemelas y también contra el Pentágono, en la primera agresión externa contra territorio norteamericano en su historia. Por eso, también, recordó que le dio instrucciones a Leon Panetta en el sentido de que la misión principal de la CIA era encontrar vivo o muerto a Bin Laden. Un mensaje de gratificación y, a la vez, de respaldo: Panetta fue designado y está por asumir como ministro de Defensa, donde deberá achicar brutalmente el gasto militar y reorientarlo. También es clave la mención en el discurso a los oficiales encargados de operaciones encubiertas. “Nadie conoce sus nombres pero el pueblo norteamericano les debe estar agradecido”, dijo el presidente que asumió el 20 de enero de 2009 y a fines del año que viene peleará por ser reelecto e iniciar otro período en 2013.
Obama subrayó la palabra “yo” cuando dijo que él mismo dio la orden de lanzar el ataque contra el santuario donde estaba refugiado Bin Laden en Pakistán. se transformó en el presidente que liquida al enemigo número uno de la hiperpotencia. “Nunca vamos a tolerar que nuestra seguridad se vea amenazada”, dijo Obama.
The Washington Post anunció, antes de la noticia del asesinato de Bin Laden y al comentar la nominación de Petraeus, el comienzo de un período con “una CIA cada vez más militarizada”. Petraeus dirigió la guerra de Irak, un país gobernado por la tiranía de Saddam Hussein que no era albergue de terroristas ni adscribía al fundamentalismo islámico. Luego dirigió la de Afganistán. El Post señaló que ser director de la CIA significa, para Obama, liderar la tercera guerra: el combate mediante operaciones encubiertas o dirigidas contra blancos específicos en Paquistán. Desde que asumió el actual presidente, hubo 192 ataques con misiles en suelo paquistaní, con un registro de 1890 terroristas o sospechosos de serlo muertos.
Una vuelta de la historia parece ir redondeándose. Obama acaba de anunciar el recorte de impuestos para los más ricos, una medida que va en sentido inverso a su promesa de volver a la sociedad menos desigual de los años ‘60. Y, con el asesinato de Bin Laden, obtuvo una victoria en el campo que parecía su costado más débil: el militar. Esta madrugada conservadores y liberales, derechistas y progresistas, festejaban en las calles la victoria del comandante Obama.
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