Martes, 25 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Martín Granovsky
La interpretación simplota dice: “Ahora vienen los chisporroteos”. Otra, que piensa la historia como un momento invariable, remite a 1975 y dice: “Cuando el peronismo crece y la oposición disminuye, el peronismo traslada sus conflictos internos al Estado y el Estado estalla”. Una más: “Ahora sí que se van a matar”. Y una más todavía: “Es una bolsa de gatos”.
Las cuatro lecturas surgen de la amplia diferencia entre Cristina Fernández de Kirchner y Hermes Binner en las elecciones del domingo. Del 53,96 contra el 16,87, según los datos de anoche.
Pero no tienen en cuenta elementos que servirían para un análisis más sutil.
Por ejemplo, que Cristina encabeza una coalición política y social heterogénea. Su jefatura es fuerte y nítida, pero la condición de esa fortaleza es, a la vez, la flexibilidad para contener a la mayor cantidad posible de fuerzas sin cambiar el proyecto de justicia, desarrollo y sintonía con Sudamérica.
Además, es obvio que una coalición que supere el 50 por ciento de los votos es por definición heterogénea. Las sectas no alcanzan jamás esas cifras.
Cristina viene hablando de la combinación de dos elementos. Por un lado, la inteligencia. Por otro, la necesidad de que la nueva militancia se organice “en frentes sociales y estudiantiles”.
¿Se puede interpretar la inteligencia como lo contrario del sectarismo y el fanatismo tonto? Es posible. ¿La organización es una forma de movimiento perpetuo, usando la definición de democracia preferida por Luiz Inácio Lula da Silva? También es posible.
Si esto es cierto, cosa que se pondrá a prueba después del 10 de diciembre, el escenario previsible combinará momentos y espacios de concordia y contradicción, incluso en el seno mismo de la coalición de gobierno y su apoyo social y político.
El consultor Enrique Zuleta Puceiro sostiene estos días que la característica de las últimas elecciones es que no se producen al borde de un abismo. No se realizaron a la salida de la dictadura, como las de 1983, ni de una hiperinflación, como las de 1989. Tampoco tras una crisis social y política como las de abril de 2003, un año y cinco meses después del cataclismo del 2001.
O sea que las contradicciones podrán dirimirse a la vez en medio de la paz y del conflicto, dentro y fuera de la coalición de gobierno.
Para las distintas ramas del oficialismo, empezando por la propia Cristina, se trata de una ocasión única. Si del otro lado no está el precipicio hay más espacio para el debate, para la reflexión y para un juego que, sin ser suicida, se arriesgue en nuevos temas.
Un debate pendiente es el de la minería. Más allá de lo que opinan las ONG del ramo, ¿cuánto se puede explorar sin dañar de modo irreversible el medio ambiente? ¿Cuánto se puede explotar sin contaminar las fuentes de agua? Y si las dos condiciones anteriores fueran resueltas con mayor selectividad en las áreas permitidas, prohibiciones incluidas, ¿cuánto de la renta minera debe quedarse el Estado como sucede con las retenciones?
Sucede lo mismo en la cadena de comercialización de granos. Hace tres años, Mario Llambías, secretario general de Confederaciones Rurales Argentinas y uno de los cuatro dirigentes de la Mesa de Enlace, era uno de los personajes más populares de la Argentina. El domingo salió último como candidato a diputado nacional por la Coalición Cívica en la provincia de Buenos Aires. Obtuvo 2,56 por ciento, más abajo del 3,57 del Frente de Izquierda y muy lejos, por cierto, del 56,97 por ciento de Julián Domínguez, primer candidato por el Frente para la Victoria. Conviene recordar que Domínguez es ministro de Agricultura de este gobierno. Es decir que en granos, como en minería, no debería producirse ningún cataclismo político si el Gobierno revisase las ganancias extraordinarias de las grandes exportadoras como Cargill, Aceitera General Deheza y Dreyfuss. El Estado obtendría una renta mayor y los productores se verían menos perjudicados que hoy. Ganancia a dos puntas con pérdida, claro, de los poderosos intereses de menos de diez empresas. Como símbolo, el oficialismo podría sacar del invernadero la comisión bicameral investigadora de la maniobra por la cual las exportadoras se quedaron con un mínimo de 1700 millones de dólares en 2008.
La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la ley de matrimonio igualitario, por tomar dos, tienen base sólida dentro de áreas complejas del poder porque surgieron de la exposición previa de las contradicciones y la construcción a partir de ellas.
Un lema de la política dice que lo que salió bien no debe cambiarse. Si ese método fue exitoso, no hay por qué negarse a replicarlo para otros temas.
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