Domingo, 20 de noviembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › EL SOSPECHOSO DE LA MUERTE DE TOMAS CONTO SUS SENTIMIENTOS HACIA LA VICTIMA
Dice que no lo mató, pero dice, con frialdad, que lo detestaba porque no le hacía caso ni lo trataba como a un padre. Ofreció una coartada inútil, porque no quiso dar nombres. Pero todavía no hay ninguna prueba científica.
Por Raúl Kollmann
“Yo lo odiaba al pibe, pero no lo maté.” Con estas palabras, en una breve declaración ante el fiscal, el acusado del asesinato de Tomás, Adalberto Cuello, trató de desvincularse del homicidio. Sus frases no llenaron más de dos carillas, pero el fiscal Javier Ochoaizpuro y quienes lo rodeaban se quedaron impresionados con cierta tranquilidad o frialdad que exhibió el imputado. Llegó a un extremo poco creíble. Dijo que a la hora en que Tomás fue secuestrado y asesinado, él estaba con su pareja, María Inés Gastaldi, cobrándole un dinero que le debía un conocido. Cuando le preguntaron quién era esa persona, Cuello contestó: “Yo no cuento quién me debe dinero”, con lo que su coartada queda casi en la nada.
La sorpresa de la jornada de ayer se produjo casi al final: de forma imprevista se presentó en la fiscalía la pareja de Cuello, María Inés. Llegó con un abogado y pidió volver a declarar, pese a que lo había hecho el día anterior. En la fiscalía le dijeron que le tomarán declaración recién mañana, pero existe la hipótesis de que finalmente ella se desligue del caso derrumbando la coartada de Cuello. La realidad es que hasta anoche el caso estaba lejos de cerrarse: los investigadores casi no tienen pruebas científicas contra el imputado. No apareció el palo o caño que fue el arma asesina, no hay ropa con sangre, ni huellas digitales, ni ADN, ni nada que termine de vincular a Cuello con el homicidio.
De todas maneras, el juez de Garantías de Junín, José Luchini, convalidó la detención de la ex pareja de la mamá de Tomás.
En la declaración de ayer, el odio que Cuello tenía por el chico quedó evidenciado por todos lados. Ya la madre, Susana Leonor Santillán –le dicen Leonor– había contado que el chico le tenía miedo, pero también familiares de Cuello revelaron que el motivo del odio tenía que ver con que Tomás no lo reconocía como padre y no le hacía caso. La frase de Cuello de ayer “yo lo odiaba, pero no lo maté”, terminó de redondear el cuadro, aunque también quedó como prueba que en un allanamiento en la vivienda de los padres de Cuello se encontró una bolsa negra, de residuos, con juguetes destrozados del niño. Según dice Leonor y también convalidan en la fiscalía, es una prueba del odio de la ex pareja de la madre hacia el chico.
En su breve declaración, Cuello dijo que el martes, en el momento que desapareció Tomás, él no estaba en el centro de Lincoln sino con María Inés en un auto yendo a cobrarle una deuda a un amigo. Después de eso, María Inés supuestamente se fue a trabajar y él se volvió a su casa. La coartada se cayó bastante cuando Cuello se negó a revelar a qué amigo le fue a cobrar. Parece poco creíble que en la situación en la que está –cerca de una condena por reclusión perpetua– una persona se escude en que no quiere revelar la identidad de alguien por no vincularlo con una deuda. Cuando María
Inés declaró en el anochecer del viernes sostuvo la coartada de Cuello, aunque no entró en precisiones. Los funcionarios judiciales le dijeron que un informe preliminar de telefonía celular indica que ella no aparecía con su celular en los mismos lugares que Cuello a esa hora, por lo que corría riesgo de quedar imputada cuando llegaran los informes definitivos de las empresas de celulares.
Todo indica que María Inés se fue más que preocupada. Ayer volvió a la fiscalía, pero ya con un abogado. Pidió volver a declarar, tal vez porque se vio en el peligro de ser imputada como cómplice. La expectativa que tienen los funcionarios judiciales y policiales es que la mujer termine cambiando la declaración, cuente que no estuvo con Cuello, con lo cual se derrumbaría en forma definitiva la coartada del principal acusado. Y habrá que ver si aporta algún otro elemento.
Como adelantó este diario ayer, los especialistas de la División Rastros y el propio fiscal no están convencidos de si el descampado donde se encontró a Tomás fue el lugar donde lo mataron. De entrada no se detectó una cantidad de sangre dispuesta casi como una mancha, compatible con el sangrado que producen los golpes como los que Tomás tenía en la cabeza. Sin embargo, la aplicación del Luminol, un aerosol que resalta rastros de sangre que no se ven con claridad, dejó la duda.
Ayer se hicieron nuevos rastrillajes y allanamientos. En esencia se buscan tres cosas: la mochila y el delantal de Tomás (las únicas cosas que le faltaban) y el palo o caño con el que lo mataron. Ayer se buscó, por ejemplo, al otro lado de la ruta del descampado donde encontraron el cuerpo. Por ahora, no hay resultados y se trata de elementos fundamentales porque en ellos se podrían encontrar huellas o ADN del homicida.
En su declaración de ayer, Cuello dijo que conocía el campo donde encontraron a Tomás, pero que no es de un familiar ni de una persona vinculada. El imputado sostuvo que pasaba por ese campo en camino hacia otro que sí efectivamente es de un familiar. Esto no agregó ni quitó prueba.
El gran problema de la investigación del caso Tomás es que no aparecen las pruebas científicas. Se supone que un hombre lleno de odio, que mata de una manera tan brutal a un niño, debería haber sido desorganizado y tumultuoso en su proceder.
No falta quien aduce que Cuello es muy cerebral, que planeó el homicidio con cierto tiempo y que usó Facebook para sostener una coartada, subiendo fotos antes y después de las 13 del martes, cuando desapareció Tomás. Otros mencionan que pese a su odio al chico, lo fue a buscar al colegio el viernes, pero como estaba con un primo no concretó el homicidio. Se trata más bien de especulaciones.
La realidad es que por ahora no se encontró sangre en ninguno de los vehículos que usó; no se detectó el palo o caño; no hay sangre tampoco en ninguno de sus domicilios y, al menos hasta el momento, no hay pruebas de ADN que lo relacionen con el asesinato. Al cuerpo y a la ropa de Tomás se les hizo un minucioso relevamiento para ver si aparece ADN del homicida. Al mismo tiempo, se tomaron muestras de Cuello y también de su actual pareja, Gastaldi. Esos estudios tardan, pero los investigadores apuestan a que algo pueda surgir.
El análisis de las señales de los celulares captadas por las antenas resulta fundamental casi en cualquier investigación en la actualidad. Si una persona dice que estuvo en tal lugar y no apagó el celular, aunque no haya realizado ninguna llamada, la señal se conecta con la antena más cercana.
Un primer informe –realizado por uno de los hombres con más experiencia en la Policía Bonaerense, Hugo Matzkin– indica que Cuello y Gastaldi no estuvieron en el mismo lugar, como ellos declararon. La idea que existe entre los investigadores es que ella no colaboró con el crimen de Tomás, pero que tal vez está encubriendo a su pareja, con la que mantiene una relación que –según señaló este diario ayer– lleva casi una década, con momentos altos y bajos. Ambos conviven en la actualidad.
Ese informe de los celulares puede ser decisivo para que Gastaldi se vea obligada a contar la verdad. A 48 horas de la aparición del cuerpo, en la fiscalía, entre los investigadores policiales y hasta los psiquiatras forenses que intervienen en el caso están convencidos de que Cuello mató a Tomás. Tienen testimonios de la familia de Susana Leonor, tienen el reconocimiento de Cuello de que odiaba al chico, pero se trata de evidencia demasiado indirecta. Sirve para sostener una prisión preventiva, pero no para condenar en un juicio. Al caso Tomás le hace falta, para poder cerrarse, una confesión, huellas digitales, ADN, rastros en el palo o caño, la mochila o el delantal que todavía no se encontraron o sangre en un auto o en un domicilio. Por ahora, las pruebas son insuficientes.
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