Lunes, 18 de junio de 2012 | Hoy
EL PAíS › ENTREVISTA CON ALEJANDRO BETTS Y MARCELO VERNET, LOS PETICIONARIOS QUE HABLARON ANTE LA ONU POR MALVINAS
Después de presentarse frente al Comité de Descolonización de Naciones Unidas, Betts y Vernet refutan a partir de sus propias experiencias los argumentos del Reino Unido y defienden la soberanía argentina sobre las islas.
Por Victoria Ginzberg
Desde Nueva York
Alejandro Betts dice que no tiene nostalgia de Malvinas. Pero, cuando cuenta que murió su padre y no pudo entrar a las islas, llora. Ahora podría viajar, pero no quiere que le sellen el pasaporte como si fuera un turista. Nació allí y se fue después de la guerra de 1982. “Cuando pueda volver como lo que soy”, dice, se despedirá de su “viejo”. Marcelo Luis Vernet es escritor. Creció escuchando hablar de Malvinas en la mesa familiar. Su tatarabuelo, Luis Vernet, fue el primer comandante político y militar argentino en el lugar. El rescató el diario íntimo de su abuela, “primera cronista de las islas”, para transmitir parte de la vida cotidiana en un pequeño pueblo que, en 1830, comenzaba a crecer más al sur de Tierra del Fuego. Ellos dos fueron los “peticionarios”, los ciudadanos que se presentaron frente al Comité de Descolonización de Naciones Unidas, la semana pasada, antes de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner reclamara en ese foro que el Reino Unido dialogue sobre el reclamo de soberanía de la Argentina.
Betts y Vernet hablaron en el organismo internacional en base a sus experiencias. “Mi propia historia familiar se ata con un hilo de sangre a esta historia de todos”, dijo Vernet. Presentó a la abuela de su abuela, María Sáenz, que con 29 años, dos hijos y un embarazo de dos meses viajó a las islas para acompañar a su marido a las Malvinas. El relato que Sáenz volcó en su diario sirvió a Vernet para refutar el argumento del Reino Unido y de los kelpers acerca de un desinterés de las islas por parte de la Argentina antes de la llegada de los ingleses en 1833. La mujer habla de sus vecinos, de casamientos, de trabajo y cuenta que el 30 de agosto de 1828 Vernet tomó “posesión de las islas en nombre del Gobierno de Buenos Aires”, que “a las doce se reunieron todos los habitantes, se enarboló la bandera nacional, a cuyo tiempo se tiraron veintiún cañonazos, repitiéndose sin cesar los vivas a la Patria”. “Puse –relata María Sáenz– a cada uno en el sombrero cintas con los dos colores que distinguen nuestra bandera.” Menciona que hay pobladores de las provincias de Santiago del Estero, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, paisanos de Uruguay y tehuelches de la Patagonia, campesinos alemanes, escoceses y franceses, pescadores y marinos genoveses, ingleses e irlandeses y africanos que iban destinados a Brasil como esclavos.
Vernet cuenta en Nueva York una historia de Malvinas muy anterior a la guerra de 1982. Desde donde habla se ve el río, en este caso el East River, y el puente de la calle 59, que une Manhattan y Long Island. Una especie de balsa gigante que avanza en el agua llevando madera. Vernet acerca historias de barcos. Relata, y por momentos parece un cuento, el incidente de su tatarabuelo con un buque norteamericano: “El tema de ayer y de hoy para Malvinas es el mismo: los recursos. En ese momento era la caza de anfibios, de lobos marinos. En el mar del norte se había producido una hecatombe debido a la revolución industrial. El aceite de lobo marino era el petróleo del siglo XIX. La comandancia de Malvinas apresó dos goletas yanquis que reiteradamente incumplieron las leyes de pesca. Y Vernet y su familia se trasladaron a Buenos Aires para el tribunal de presas. Mientras se estaba litigando, Estados Unidos mandó una fragata de guerra, atacó la colonia, la destruyó, apresó a los habitantes y los desembarcó en Uruguay. Debido a eso, se inició una acción diplomática y se pidió un desagravio al pabellón nacional. La última respuesta de Estados Unidos a este litigio fue que no estaba claro si las Malvinas finalmente son argentinas y que cuando eso se resuelva ellos van a responder a nuestro desagravio a la bandera. Yo siempre recuerdo que está pendiente que Estados Unidos haga un desagravio al pabellón nacional por su incursión militar, ilegal, bárbara”. La cuestión es que el pequeño pueblo fue arrasado. El gobierno de la provincia de Buenos Aires envió un nuevo comandante, que fue asesinado y luego a José María Pinedo, que finalmente se fue por la ocupación inglesa en 1833.
Los tatarabuelos de Betts eran trabajadores de Escocia y de Irlanda del sur. El paterno fue contratado en una de las primeras estancias de la Gran Malvina para trabajar en la exterminación de los vacunos cimarrón para hacer lugar al ganado ovino. Trabajaba con un gaucho y un polaco. El materno se dedicaba a la construcción con piedra. “El principal hotel de Puerto Argentino fue construido con sus propias manos. Le llevó seis años porque las condiciones eran precarias. En Malvinas, por ejemplo, no hay cal, venía en barcos desde Inglaterra, entonces cuando se terminaba había que esperar seis meses que viniera otro.” Actualmente se llama Avutarda, como el ave más típica de las islas. El le había puesto El Aguila, “el mismo nombre con el que bautizó el tatarabuelo de Marcelo a la primera embarcación botada en Malvinas”.
Betts quería irse de las islas antes de la guerra. Trabajaba en Líneas Aéreas del Estado (Lade) y Gas del Estado y había pedido el pase. Su hijo estudiaba en Rosario: “Después de unas visitas al Continente, me hicieron ver que había un mundo fuera de Malvinas. Hasta mediados del año ’80 yo no había salido nunca de las islas. Cuando llego a Comodoro Rivadavia... me había quedado un residuo de la enseñanza británica que decía que acá estaban cazando el avestruz con boleadoras para subsistir. Yo pensaba que en el aeropuerto había palenques con caballos para trasladarnos al hotel. Y no. Ahí se sembró la semilla de que el capítulo de mi vida en Malvinas estaba llegando a su fin. Estaba esperando que terminara la burocracia y llegó la guerra”. Betts colaboró con las tropas argentinas y se fue. Treinta años después su castellano es muy bueno, pero lleva con él las erres y ges del inglés.
Se instaló en Córdoba y era indocumentado, ya que en ese momento el Reino Unido no reconocía a los colonos como ciudadanos británicos. Así que pidió que le dieran un DNI, trámite que descolocó a los empleados que lo atendieron. “‘Un inglés pidiendo el documento argentino’, decían, y yo les contestaba ‘no, empecemos de vuelta, yo no soy inglés, soy argentino, nací en las Malvinas, me parece que como nativo de ese territorio tengo derecho a tener un pasaporte como argentino’.” Unos meses después, obtuvo su DNI.
Betts y Vernet fueron convocados por la Cancillería para ser “peticionarios”, ya que parte de la mecánica del Comité de Descolonización de la ONU es que ciudadanos o habitantes de los Estados bajo análisis hagan sus solicitudes en ese lugar. No fue la primera vez que vinieron, pero sí la más importante. “Cuando hablaron otros países en el Comité –señala Vernet– fue muy destacado el tema de la militarización del área. Hicieron hincapié en el peligro que significa una base militar allí. Malvinas también pasó a ser un emblema que cuestiona el statu quo de la posguerra, que cuestiona el Comité de Seguridad con miembros de primer nivel y que tienen poder de veto. Es un orgullo que la Argentina y en Naciones Unidas cuestione eso y ése es un tema en el que se anotan todos los pobres de la tierra. Argentina es la que lleva esta bandera regional y global”. A pesar de la negativa del Reino Unido de sentarse a la mesa de negociación, el escritor es optimista: “Creo que va a llegar un punto en que va a ser más gravoso el mantenimiento del conflicto que sus beneficios. Hay una región que en forma unificada está reclamando y hay una solidaridad efectiva y práctica que impacta y que políticamente va cercando al gobierno británico. Estimo que como una fruta madura eso va a caer”.
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