Martes, 28 de diciembre de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › A UN AñO DEL PRIMER CASAMIENTO GAY EN ARGENTINA, CASI 850 PAREJAS CUMPLIERON SU ENLACE ANTE EL REGISTRO CIVIL
El primer casamiento legal se realizó en Ushuaia. Pese a las predicciones oscurantistas, el mundo sigue marchando.
Por Soledad Vallejos
Hace un año, cerca del mediodía, todos los canales transmitían lo que parecía imposible, pero estaba sucediendo en Ushuaia: por primera vez en Argentina, dos varones se casaban en el Registro Civil. Desde ese lunes 28 de diciembre, desde que esa pareja de personas del mismo sexo se casaba por orden judicial y volvía real la posibilidad, pasaron meses de debate social y legislativo, la sanción de la ley de matrimonio igualitario y lo más evidente: su uso efectivo en todo el país. No hubo provincia en que parejas integradas por personas del mismo sexo no hicieran uso del derecho que antes tenían vedado. Fueron al menos 835, se concentraron en los centros urbanos más poblados; en otras palabras, más de mil seiscientas personas, con sus familias y amigos, aprovecharon cada minuto de una ley que aún no cumple cinco meses de vigencia.
A doce meses de aquella foto, Alex Freyre y José María Di Bello siguen felizmente casados y fortaleciendo sus diversas militancias (ver aparte); María Rachid, que por entonces era presidenta de la Federación Argentina LGBT (Falgbt), transita sus primeros días como vicepresidenta del Inadi (como informó este diario días pasados). La gobernadora Fabiana Ríos, cuyo apoyo volvió posible y real la ceremonia, enfrenta una causa fogoneada por sectores reaccionarios asociados a intereses confesionales. Y los reclamos no se han detenido; más bien todo lo contrario. Desde que existe el matrimonio igualitario, el colectivo LGBT concentra sus esfuerzos en lograr la ley de identidad de género, un reclamo cuya presentación en sociedad fue otra foto memorable: la sonrisa de Florencia de la V recibiendo el DNI que acredita su identidad construida y deseada.
Si algo puede decirse de los augurios sobre el poco uso que una nueva ley de matrimonio podría tener a nivel federal, porque era una demanda exclusiva “del puerto”, quedaron desmentidos con contundencia. Lo demuestra un recorrido por el mapa que trazan las parejas que, en cuanto quedó zanjada la imposibilidad de tener protección del Estado, se casaron. En caso de que corresponda llamarlo ranking, hay que decir que lo lidera la provincia de Buenos Aires, con 320 matrimonios; con algunos menos (305) le sigue la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El resto de las cifras dan por tierra con la premisa que vincula mayor cantidad de habitantes con mayor cantidad de matrimonios entre personas del mismo sexo, empezando por un dato clarísimo: la provincia de Santa Fe, cuya capital, de acuerdo con los primeros resultados del Censo 2010, quedó rezagada tras su par de Córdoba en cantidad de habitantes, lleva hasta el momento setenta matrimonios. En la capital cordobesa ya se han celebrado 47; al cierre de esta nota faltaban datos acerca de lo que sucedió en otras localidades de la provincia.
En Tucumán se casaron once parejas; en Entre Ríos, siete; en Santa Cruz, seis; en San Luis, cinco. En lo que respecta a Santiago del Estero, Chubut y Neuquén se han registrado cuatro casamientos por provincia. Tres matrimonios entre personas del mismo sexo se celebraron en Chaco; lo mismo sucedió en La Pampa, La Rioja, Misiones y Río Negro. Hasta el momento, en Catamarca, Corrientes, Formosa, Jujuy, San Juan y Tierra del Fuego, se han casado –por provincia– dos parejas. En todos los distritos, la primera pareja de varones o de mujeres en casarse fue noticia; en muchos casos, sus historias resultaron conmovedoras, y la formalización legal cristalizó relaciones de más de dos décadas, convivencias de largo plazo, y hasta salidas del closet de personas mayores de 65 años.
Fue en una cárcel provincial donde la ley de matrimonio se aplicó por primera vez. Sucedió, además, en los primeros días de vigencia: el 4 de agosto. El casamiento se celebró en la penitenciaría mendocina de Cacheuta, el mismo lugar donde Osvaldo Torres y la travesti –que hace uso de todos sus nombres– Jesús “Diana” Acuña se conocieron hace once años, mientras cumplían sus respectivas condenas. Acuña recuperó su libertad, Torres recién lo hará en 2012.
El primer matrimonio bajo la nueva ley se había celebrado tempranísimo por la mañana en una localidad de Santiago del Estero (Frías). La última provincia en estrenar la modificación del Código Civil fue Jujuy, donde dos mujeres, la abogada María Caro y su pareja, ama de casa María Alejandra del Cura, se casaron el 2 de diciembre con el delegado local del Inadi como testigo.
Aunque con datos informales, el actual presidente de la Falgbt, Esteban Paulón, confía en lo que le han transmitido “efectores públicos” porteños: en el distrito, el pedido de análisis prenupciales “está parejo” entre parejas de personas del mismo sexo y parejas heterosexuales. Los números totales de casamientos registrados en el todo el país durante 2010, lógicamente, aún no están disponibles. Pero el uso de la nueva ley matrimonial es, de todas maneras, inapelable.
–¿Qué evaluación puede hacerse de estas cifras?
–En primer lugar, el número no es gigante, pero tampoco pequeño. Expresa esa contradicción entre la igualdad de derechos efectivos ante la ley y la decisión de cada pareja del costo que tiene, para ellos, la visibilidad que da el uso de la ley. Hoy hay una ley que garantiza igualdad, pero usarla implica visibilidad: tenés que presentar el certificado de matrimonio en el trabajo, te visibilizás ante tu familia, en la sociedad. Vuelve palpable esa tensión entre la igualdad del derecho, la igualdad plena que da la ley y las consecuencias de la discriminación, que termina mostrando todo lo que falta en ese sentido. Más de 800 matrimonios no es poco para cinco meses, pero tampoco es un boom. Y evidentemente, la ley demostró que no era un reclamo solamente de los centros urbanos, había demanda social en todo el país. Además, es una ley que no generó ninguna de las catástrofes que se planteaban. Volviendo sobre cómo interpretar el número: refleja que una ley garantiza la igualdad de derechos, pero que falta todavía para la igualdad social. Todavía no están dadas las condiciones para que explote, por decirlo así.
–En los países donde se han aprobado leyes como la del matrimonio igualitario pasó lo mismo: la apropiación y el uso es gradual.
–Sí, en todos los países es progresivo. Acá, durante el primer mes de vigencia, se casaron cien parejas. Y en cuatro meses hubo más. Pero insisto en que pesa la evaluación de la visibilidad que hace mucha gente. Cuando uno es la primera pareja que se va a casar en un lugar tiene todas las cámaras. Si alguien ya pasó por eso, los demás se relajan, y recién después se acercan y se animan. La gente que quiere visibilidad solamente de su entorno, y no social, para casarse espera que otro lo haga primero. Por eso, detrás del primero en general vienen varios seguidos. En Rosario, de donde soy yo, tuvimos tres matrimonios en un mes. Y ahora vamos por los 57. Eso va a ir creciendo progresivamente.
–¿Cuál fue el peso del casamiento en Ushuaia para lo que sucedió este año?
–Fue un momento histórico: mostró que era posible, que no generaba incordia social ni de ningún tipo y abrió la puerta para que, ante una realidad concreta y consumada, el Parlamento se animara a sancionar la ley más rápidamente. A un año de celebrarse ese matrimonio por intervención judicial, el número de matrimonios celebrados por la ley demuestra que la apuesta era cierta: la jueza (porteña) Gabriela Seijas falló de acuerdo con una realidad social. Había una demanda del colectivo por este derecho.
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