Lunes, 5 de diciembre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › A SEIS MESES DE LA ERUPCIóN DEL VOLCáN PUYEHUE EN CHILE, LAS CENIZAS SIGUEN EN EL SUR ARGENTINO
Cuando explotó el Puyehue, Bariloche quedó a oscuras en plena tarde y toda la región sucumbió a la lluvia volcánica. Medio año después, hay lugares recuperados, pero siguen conviviendo con la ceniza que aún emana del volcán. Y el aeropuerto permanece cerrado.
Por Soledad Vallejos
Las cenizas todavía están. Una tarde de hace seis meses, en las zonas aledañas al lago Nahuel Huapi se hizo de noche y un trueno, no salido del cielo, sino del volcán Puyehue, anunció la lluvia de arena volcánica que luego volvió gris el paisaje. Entre ese momento del 4 de junio y hoy, ciudades como Bariloche y pueblos como Villa La Angostura e Ingeniero Jacobacci, en lugar de actividades turísticas y tareas agroganaderas, atravesaron trabajos y días definidos por nubes de polvillo. Aunque ahora es una sorpresa que puede acaecer en mitad del día, contaron a este diario pobladores de los tres lugares, la ceniza volcánica ya no los sorprende ni encuentra desprevenidos. Llevar el barbijo en un bolsillo, en el bolso del día, es habitual; las ventanas de las casas, todavía selladas, preservan en lo posible los interiores; las rutinas de limpieza intensivas y repetidas se volvieron norma. En estos 183 días la vida cambió pero también siguió. Y se prepara para, en algún momento, cuando sople viento limpio, quizá retomar el cauce de siempre.
En Bariloche la ceniza sigue cayendo. “De a momentos tenés un día diáfano, no hay nada, ni viento. Pero de golpe y porrazo aparece la famosa pluma, que viene desde Chile y entra a oscurecer el lago y a largar cenizas que son un talco”, cuenta Alberto López. Pasó esta semana, pasaba justamente mientras hablaba con este diario. “Aparecen todos los coches blancos, tu respiración se hace dificultosa, salís con barbijo. Así”, agrega. En la zona de Bariloche y la Línea Sur, lo inesperado se volvió clima, aunque sí hay una regularidad: el viento levanta el polvillo, eventualmente trae ceniza nueva. Pero la dificultad a la hora de predecir cada día atravesó la industria del turismo, tanto que el hijo de López y su mujer, ambos dedicados a ella, ya no trabajan en la ciudad sino en El Chaltén.
El cierre del aeropuerto de Bariloche, recuerda Sergio Rossi, presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes de Villa La Angostura, era un evento previsto desde hacía tiempo. “Porque se habían programado obras para modernizarlo, para que pudieran llegar aviones de más porte. Pero claro, como en Buenos Aires cuando hay ceniza no funciona el aeropuerto, la asociación es que el de Bariloche está cerrado porque está todo lleno de cenizas”, explica. Unos 200 kilómetros separan este pueblo de 10 mil habitantes de ese aeropuerto, de modo que la falta del ajetreo turístico es indisimulable. Y sin embargo, cuenta Rossi una tarde desde su hostería, pasado el momento más complicado, el de las fotos inolvidables de un pueblo bajo el manto grisáceo de los primeros días, “la Villa” quedó, por así decirlo, más brillante.
No es sólo que la comunidad y equipos de limpieza especiales se hayan abocado a rescatar el lugar antes de que sucumbiera al peso de la pluma del Puyehue (ver aparte). Rossi señala que además de ese “trabajo gigantesco” está la acción de la naturaleza, a la que de todos modos habría que revalorizar porque “un evento de éstos sucede una vez cada cinco mil años, y es difícil ver en una vida imágenes como las que vimos”. “Pensá que hasta este evento mostrábamos arena volcánica y la asociábamos con los dinosaurios, nomás.” Pero además de eso están los tonos: “El color de los lagos no estuvo nunca como hasta ahora. Nunca, ¡eh!”. Esto lo repite, sin saberlo, Alberto, de Bariloche, y lo dirá un gendarme de la zona que prefirió no dar su nombre pero no pudo evitar alabar, más de una vez, el nuevo aspecto de la retama, la increíble salud de las plantas que crecen bajo los pinos, las primeras flores del verano.
Pero mientras Villa La Angostura, presta para recibir visitas (con las mismas tarifas que en 2010), registra un “80, 85 por ciento menos de turistas” que el año pasado a esta altura, Ingeniero Jacobacci todavía atraviesa las consecuencias de haber sido la localidad más afectada. El pueblo es el lugar que había quedado oculto en medio de una nube, al que durante días no se podía llegar porque el camino era invisible. Ahora allí las ventanas de las casas siguen selladas, más que con burletes, con polietileno, porque de otro modo el polvillo volvería invisibles los interiores.
“Y la arena entra igual, siempre encontrás un poco en las cercanías de las ventanas”, aclara Pablo Zamorano, director de la filial local de Radio Nacional que teme semanas de altas temperaturas, porque “en invierno tener todo cerrado está bien, pero en verano la casa se va a volver un vivero”.
El día a día, explica Zamorano, está “complicado”. “Ayer, por ejemplo, tuvimos un día fantástico después de más de 10 días de vientos de entre 160 y 180 kilómetros por hora. Pero la ceniza en suspensión es permanente, y cuando hay esos vientos se vuelan las chapas de los techos, además de que es imposible andar al aire libre. Y a esta altura del año, tras seis meses de situación de catástrofe, imaginate.”
En Jacobacci, los inviernos son ventosos y los veranos, una sucesión de días con amplitud térmica pronunciada y muy secos. “Pero estamos con una sequía que lleva más de cinco años. Se ha secado la laguna Carrilaufquen Chica, la Grande está en ese trámite. Las aguadas se secaron, los arroyos y ríos pequeños están sin nada de agua”, agrega. Por eso, sumar “la situación de ceniza lo vuelve muy complejo”.
Ingeniero Jacobacci está “en línea directa al volcán” Puyehue, distante 300 kilómetros. Cuando hay viento, “la ceniza se empieza a levantar, porque es finita, como un talquito. Tarda en bajar la ceniza. No es que para el viento y volvés a ver el cielo celeste”, sino que casi siempre el aire es un manto gris. Es de tarde cuando Zamorano habla con este diario, hay sol y algo de viento suave: “Esta mañana el sol se veía como en una radiografía, era un círculo que asomaba entre la ceniza”. Por lo demás, “así son los días”: se maneja a baja velocidad porque la ceniza puede levantarse gradualmente y dificultar la visibilidad de a poco; las personas salen a la calle con barbijo, con antiparras, “si no, no podés abrir los ojos”. A mediados de esta semana, se realizará el traspaso de mando municipal: tras 28 años de la UCR en el poder, asumirá el FpV. En Bariloche la situación se replica.
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