Miércoles, 9 de mayo de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › DOS IMPUTADOS SE DECLARARON INOCENTES Y LEVY DURMIó TODA LA AUDIENCIA
La segunda audiencia de Cromañón II se desarrolló en los tribunales de Comodoro Py. Hubo pocos familiares y no hubo disturbios. Tres de los imputados, López, Sevald y Levy, prefirieron no declarar. El juicio sigue el 18 de mayo.
Por Horacio Cecchi
Partida en dos la sala, frontera vidriada entre el estrado judicial y el público, ayer la segunda audiencia del caso Cromañón II retomó los 10 minutos que habían quedado sueltitos de la primera, la semana pasada. Para la ocasión, hubo cambio de escenario, incluida la frontera blindex. Pantallas que reproducían en vivo de frente lo que el público veía de espaldas. Y para las expectativas de la semana pasada, cuando se interrumpió a los 10 minutitos por “inseguridad en la sala”, la sala del Salón de Usos Múltiples de los tribunales federales de Comodoro Py quedó grande: menos de las 80 credenciales distribuidas entre familiares se hicieron presentes. Del otro lado de la frontera blindex, dos de los cinco acusados, Enrique Carelli y Vicente Rizzo, aceptaron declarar, mientras que otros dos, Juan Carlos Fernández y el ex comisario Gabriel Sevald, se negaron a hacerlo. Tampoco lo hizo el empresario Rafael Levy, quien fue llamado último quizá para no interrumpir su sueño, que podrá continuar el 18, en la próxima audiencia.
Después de la vertiginosa audiencia de la semana pasada –cuando los familiares de Cromañón bregaron por entrar a la pequeña sala de los Tribunales y provocaron la suspensión de la audiencia–, la reanudación fue dispuesta para ayer a partir de las 9.30 en el SUM de Comodoro Py, en Retiro. En horario, y con todas las partes presentes, el Tribunal Oral 24, conformado por María Maiza, presidenta, y los vocales Marcelo Alvero y Raúl Llanos, dio por (re)iniciada la audiencia.
Del otro lado de la frontera blindex, la sala no fue colmada ni mucho menos: de las 80 sillas reservadas a familiares inicialmente ocuparon 34 y la cifra nunca llegó a los 40. “Estamos cansados, es muy difícil, es volver a escuchar todo esto de nuevo, aunque vaya a salir algo de acá, es todo demasiado tiempo”, respondía un padre, Raúl, papá de Sofía Morales, a la pregunta de Página/12 sobre el número de presentes. El cálculo también había desbordado la agenda periodística, con escasas presencias.
Ayer, la secretaria del tribunal, María Debenedetto, y sus cuerdas vocales cargaron con la parte más tediosa de los juicios orales, la de la lectura de las acusaciones durante tres horas. Dos pantallas de este lado de la frontera blindex y otra más junto al estrado, repetía el rostro de la secretaria, mientras una cuarta pantalla reflejaba la misma imagen hacia los jueces. Entre Juan Carlos López, ex secretario de Seguridad porteño, uno de los imputados, y el ex subsecretario también de Seguridad, Enrique Carelli, acomodado contra la pared, durmió toda la segunda audiencia Rafael Levy, empresario, dueño del local y principal imputado, a excepción de los cuartos intermedios y del momento en que fue citado al banquillo, al final de la audiencia.
Por delante de López se encontraba el ex comisario Gabriel Sevald, y hacia atrás, cerca de Carelli, el ex director de Seguridad Privada, Vicente Rizzo. Si las ubicaciones pudieran definir un tablero de estrategias, había distancia entre López y sus dos ex subalternos, que además declararon, mientras que aquél no lo hizo; entre ellos, Levy, que optó por no declarar.
Primero Sevald, y después López, optaron por no declarar. Carelli y Rizzo, en cambio, lo hicieron y cargaron todas las responsabilidades, alterno y subalterno, sobre la responsable de otra área ya enjuiciada y condenada a cuatro años en Cromañón 1, Fabiana Fiszbin, subsecretaria de Control Comunal. Ambos echaron todas las paladas hacia ese lado, y despegaron responsabilidades bajo la idea de que de ellos no dependía el control de los vigiladores ni la Federal les rendía cuentas, ni tenían atribuciones policiales para investigar y sancionar. Sólo habilitaban, fue su consigna.
Del otro lado de la frontera-blindex, todos los familiares veían en vivo y en directo las espaldas de los acusados y en vivo y en pantalla sus rostros, que tomaba una de las dos cámaras, la situada junto al estrado de los jueces. Todos los familiares sostenían algún gesto que denotaba los años, el pesar, las ausencias... Una madre miraba alternativamente la pantalla y las espaldas de la sala, espaldas y pantalla, pantalla y espaldas. Apoyaba su brazo derecho en el brazo de la butaca y usaba su brazo, su mano, como sostén del rostro. Su otro brazo, el izquierdo, la rodeaba, se abrazaba, mientras la mano libre, la izquierda, acariciaba alternativamente su brazo derecho, el brazo derecho de la butaca y sus cabellos.
Del otro lado de la frontera blindex, quizá creyendo que nadie lo veía, quizás en demostración de levedad, claramente en muestra de desinterés, Levy dormía. No había observado, o sí, que la magia de la televisión permitía que a sus espaldas se lo viera dormir de frente. Sólo se despertó para los intermedios y para sentarse en el banquillo a decir que prefería no decir nada. Aunque ya lo hubiera dicho.
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