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Por Maximiliano Montenegro

Premio Nobel en 1970, Paul Samuelson creó buena parte de la teoría microeconómica moderna. Pero además, es algo así como un prócer para los economistas que hoy tienen menos de 50 años: durante las últimas tres décadas, todo estudiante aprendió las claves de las profesión en un voluminoso manual de su autoría que lleva impresas más de 40 ediciones. Desde su casa de vacaciones de invierno en la Florida, el profesor del MIT dialogó telefónicamente con Cash. Keynesiano militante, hoy, sin embargo, defiende las políticas ortodoxas del FMI en Brasil y Asia, y hasta justifica la convertibilidad en Argentina.

-¿Cómo analiza la debacle brasileña?

-Brasil tenía una muy mala historia: inflación alta y recurrente, junto a un sistema político conflictivo en el que los estados tienen tanto poder como el gobierno central. Recientemente, habían tratado de moverse hacia un patrón de menor inflación y habían prometido bajar el déficit fiscal. Pero los inversores locales y extranjeros dudaban sobre el éxito del plan. El FMI se acercó a Brasil y comenzó a discutir con las autoridades cómo sería el rescate. No tengo “inside information” sobre el FMI, el Banco Mundial o el Tesoro norteamericano. Pero estoy bien informado sobre cómo piensan, y yo creo que, en las negociaciones, el FMI empujó a los brasileños a la depreciación del real que a todas luces estaba sobrevaluado.

-¿Usted dice que el Fondo Monetario fue quien impulsó la devaluación?

-Así es. Mi impresión es que, cuando participaron de la asamblea anual del FMI a principios de octubre, las autoridades brasileñas se negaron, diciendo: “Eso arruinaría nuestra reputación internacional”. Y, tal vez, el FMI debería haberse apartado entonces del rescate. Pero el Fondo decidió ser optimista y, con el respaldo del Tesoro norteamericano, se comprometió a darle a Brasil 41 mil millones de dólares. Los anuncios fueron hechos, y aun así los mercados no creyeron que Brasil tuviera éxito en poner su casa en orden. Entonces, las reservas y parte del dinero del FMI fue utilizado para defender el valor del real. Pero, como la sangría de divisas no cesaba, no sólo el gobierno brasileño sino también el Fondo se deben haber sentido perturbados. No fue un error haber aceptado en ese punto comenzar con una devaluación del 8 por ciento. Pero fue suficiente y no hubo otra alternativa que dejar flotar al real.

-En el equipo económico argentino dicen que, al devaluar, Brasil perdió lo que le quedaba de reputación ante los mercados internacionales.

-No tenían otra opción. Si no hubiesen devaluado, ahora serían 41 mil millones de dólares más pobres y luego el real se hubiese depreciado de todas maneras. Era irrealista pensar que un país con mala reputación y sin consenso político para implementar un fuerte ajuste fiscal sería capaz, por simple determinación, de fijar su tipo de cambio. Argentina o Hong Kong tienen tipo de cambio fijo sobre la base de una fuerte disciplina fiscal y el abandono de toda política monetaria. Mírelo de esta manera: los ricos fuman cigarros, pero uno no puede creer que si se va por todos lados fumando cigarros lo van a tratar como a un hombre rico.

-¿La convertibilidad, entonces, no es una opción para Brasil?

-No por el momento. Esto no significa que dentro de uno o dos años puedan tratarla como una posibilidad. Pero hoy no tendría ninguna viabilidad.

-¿Cuánto puede durar la crisis?

-No hay ninguna evidencia de que vaya a terminar pronto. No creo que haya forma de que Brasil salga de esta crisis a menos que transite por un período de austeridad y dolor como en el sudeste asiático. La pregunta es si hay indicios creíbles de que los partidos políticos están dispuestos a encarar este ajuste. Un periodista brasileño me dijo: “Profesor Samuelson,nosotros entendemos que tal vez, temporariamente, sean necesarias altas tasas y que tal vez sea necesario algún desempleo extra, pero, ¿puede nombrarme algún país que haya seguido este camino con éxito?”. Yo respondí que sí: si uno mira Reuters, usted ve que en Corea las tasas de interés bajaron del 37 por ciento al 11 por ciento. No quiero decir que todos los países asiáticos hayan salido de la crisis, pero ése es el camino.

-¿No le parece que esa receta del FMI, de subir las tasas de interés y llevar a la economía a una profunda recesión, es demasiado salvaje?

-Es una receta tan dolorosa que en muchos países no es viable políticamente. La alternativa es aplicar controles de capitales, como sucede hoy en China, sin garantía alguna de que funcione. Toda clase de control de capitales crea huecos por los que la gente logra evadirlos y genera mucha desconfianza. Por experiencia, uno sabe que es muy difícil aplicar un sistema de control de capitales que a más largo plazo no termine haciendo más daño que bien. Una solución así en Brasil prolongaría la crisis por los próximos 18 meses. Es muy sencillo criticar al FMI, pero no hay una vía fácil, una tercera vía. Le digo más, en Rusia no había ninguna salida, porque es una anarquía política y económica. Allí, el FMI no podía hacer nada.

-Tanto Paul Krugman como Jeffrey Sachs dicen que el FMI, al exigir una suba de las tasas de interés en Brasil, como había requerido en Asia, agravó la crisis y encaminó a la economía hacia una recesión innecesaria.

-Si Paul Krugman, mi colega en el MIT, y Jeffrey Sachs, mi vecino de Harvard, creen que se podía mantener el nivel de las tasas de interés sin subirlas y ganar credibilidad, son muy inocentes. Si hubiera sido así, entonces Brasil necesitaba pedir ayuda al FMI. La pregunta no es si hay que subir las tasas de interés sino cuán alto hay que subirlas, y por cuánto tiempo. En el caso de Corea, las tasas de interés se fueron al 37 por ciento hacia fines del ‘97, pero como hicieron todos los deberes fiscales y de saneamiento financiero ahora las tasas están entre el 9 y el 11 por ciento.

-Krugman dice que Brasil no es el sudeste asiático, que sus empresas no están tan endeudadas en dólares y que, en consecuencia, no tendría que ser sometido a un ajuste tan duro.

-El está describiendo a una persona que está cayendo de un rascacielos y está a mitad de camino en su caída, pero dice “no está en tan mala forma”. La estabilización por sí sola no va a llegar. Si Paul Krugman y Jeffrey Sachs tuvieran razón, lo que debió haber pasado sería lo siguiente: como las tasas de interés eran muy altas, debido al error del FMI, lo cual lastimaba a la economía brasileña, aun así los capitales brasileños y extranjeros tendrían que haber permanecido en Brasil tentados por el nivel de las tasas. Pero nada de esto ocurrió. Había una falta de confianza total en cualquier política que adoptara el gobierno. Dicho sea de paso, el profesor Sachs decía que el real estaba sobrevaluado en un 30 por ciento. El creía que el único problema era ése y que, con sólo dejarlo flotar, el real se estabilizaría un 30 por ciento más abajo. Pero se equivocó.

-El escenario que describe para Brasil, teniendo que adaptarse a un ajuste como el asiático, es terrible.

-Soy realista. Sinceramente, creo que no hay una solución fácil. Un punto a favor para superar la crisis es que en Brasil, como ocurre en Argentina, el movimiento sindical ha sido debilitado por un desempleo persistente. No habló como un humanista, pero no tener un movimiento sindical poderoso y militante es un activo en medio de la crisis, como lo fue para Corea. Si uno tiene gente manifestando en las calles todo el tiempo, las cosas se complican aún más.

La Convertibilidad de Hong Kong está en peligro y después...

“No sé si Argentina resiste”

- ¿Qué opina de la Convertibilidad?

-En ausencia de la crisis asiática o de la crisis brasileña del otro lado de la puerta, es un sistema que para Argentina parece funcionar. Yo no la desearía para mí país, pero Argentina tenía un pasado de muy mala reputación y era necesaria. Hong Kong, que tiene un sistema similar de Convertibilidad, no tengo mucha confianza de que pueda mantener el tipo de cambio fijo. En especial, porque creo que China va a dar muchos más problemas de lo que sabemos hoy.

-Si, aun con Convertibilidad, Hong Kong devaluara, entonces todas las presiones serían contra el peso en Argentina.

-Muy probablemente. Pero hoy el problema de ustedes es Brasil. Argentina sufrirá mucho por Brasil. Sería increíble que el dominó que comenzó en Brasil no creara serios problemas en Argentina.

-¿Usted cree que la Convertibilidad resistirá?

-Hoy no le puedo decir si la Convertibilidad podrá resistir o no, para eso es necesario esperar nuevas noticias. Pero, si Argentina tuviera la opción de Convertibilidad con un 18 por ciento de desempleo por los próximos diez años, o dejar la Convertibilidad y tener alguna incertidumbre inflacionaria, aunque con un desempleo del 8 por ciento, aún así no me parece que fuera el momento de ir en otra dirección. Hay que ser pragmáticos, la Convertibilidad está funcionando y, por eso, Argentina no tiene hoy los problemas de otros países.

-Resulta extraño escucharlo defender así un régimen de Convertibilidad.

-Yo crecí y viví en el sistema de patrón oro. Puedo asegurarle que tener un tipo de cambio no significa que uno no vaya a vivir en crisis. De hecho, en el ‘29 tuvimos la gran depresión, cuando todo el mundo tenía algo similar a una caja de conversión. Así que no tengo ninguna creencia romántica con la Convertibilidad. Pero está funcionando para ustedes, y parece que vale la pena realizar todavía algún sacrificio más. Si el desempleo sigue en dos dígitos en el futuro, tal vez en algunos años sea deseable cambiar. Dígame: ¿cuán seriamente toman ustedes la dolarización de la economía argentina?

-El presidente Menem insiste con el proyecto, pero no parece ser algo que se pueda implementar en el corto plazo. ¿Cuál es su opinión sobre el tema?

-Cuando estaba en Israel a principios de 1980, el gobierno garantizaba los ahorros de la gente en dólares y eso aceleró la inflación. Hay algunos peligros en utilizar la moneda de otro país, a menos que uno se rinda completamente a tener alguna política monetaria por parte de un banco central propio. Este no sería un problema para Argentina porque igualmente no tiene política monetaria autónoma. Pero, dado todo lo que invirtieron hasta ahora en la Convertibilidad, no me parece que tenga mucho sentido avanzar con un proyecto de dolarización.

-James Tobin me dijo hace una semana que, como keynesiano, no podía decir que una economía que tiene un desempleo de dos dígitos está funcionando bien. Para él, la Convertibilidad es un fracaso.

-Argentina ha sido un chico que se ha portado muy mal los últimos 50 años. No me parece entonces mal que se haya puesto un ancla a su economía. Aunque ésta sea irracional, sigue siendo un ancla. Como le dije, si en los próximos años queda claro que el desempleo es un problema de demanda, porque con el tipo de cambio fijo la economía no puede crecer sostenidamente, entonces deberían pensar en cómo salir. Pero antes hay que estar claro que el desempleo no es por otros motivos, como en el caso del 20 por ciento de desempleo en España. Ese no era simplemente una problema keynesiano, tenía que ver con el sistema de seguro a los desempleados y la regulación laboral. Me parece que ustedes pusieron mucho sacrificio en la Convertibilidad. Si hoy tienen que mantener un alto desempleo como uncosto para no volver a la hiperinflación es un dilema terrible, pero la sociedad argentina parece aceptarlo.


Miguel Kiguel adelanta el futuro de la industria.
“Muchas no sobrevivirán”

El jefe de asesores de Roque tiene un razonamiento muy sencillo: con la devaluación Brasil será más competitivo, entonces las empresas que seguirán serán las que se especialicen; las otras desaparecerán.

Por David Cufré

Mientras la paridad cambiaria del real y el peso eran estables, el Mercosur ofreció el marco a un crecimiento explosivo y equilibrado del comercio entre ambos países. Las nuevas reglas de juego que quedarán establecidas una vez que el país vecino logre superar la crisis, resultarán menos excitantes para la industria local. Pocas veces antes, un miembro del equipo económico describió de manera tan descarnada cuál será el perfil de la economía argentina, como hizo el jefe de asesores de Roque Fernández, Miguel Kiguel, en este reportaje con Cash. “Los países van a especializarse en lo que son sus ventajas comparativas”, indicó. En el reparto, a la Argentina le tocará conformarse con una mayor reprimarización de su producción. “Hay ciertas industrias que desgraciadamente, con tipos de cambio distintos, no van a poder sobrevivir”, se resignó.

-¿Hacia dónde se encamina Brasil?

-Aún resta que definan su política monetaria. La designación de Arminio Fraga Neto al frente del Banco Central da buenas chances de que logren encarrilar el real. Para mí hay dos opciones. Una es que adopten un tipo de cambio fijo, con una regla muy estricta, como la convertibilidad. La segunda alternativa es un tipo de cambio flotante al estilo México, que dentro de todo ha sido un sistema sostenible y que el mercado ha aprobado. Creo que Brasil está optando por este segundo camino, lo cual quiere decir que van a dejar altas las tasas de interés, a fin de que se equilibre el mercado monetario. Probablemente habrá algo de inflación. Si la política es exitosa, a medida que se regenere la confianza caerán las tasas, hasta ubicarse en un semestre a la mitad de los niveles actuales. Eso provocará que los costos de refinanciar la deuda también sean más bajos. Es un escenario que bien puede darse, y es el que apoya el FMI.

-¿Cuáles son las perspectivas del Mercosur si Brasil encuentra el equilibrio con un tipo de cambio mucho más competitivo que el argentino?

-El Mercosur es un proyecto a largo plazo. También hay que tener en cuenta que en los últimos años Argentina se vio favorecida por la relación cambiaria. Independientemente de esto, la competitividad no depende sólo del tipo de cambio. Si fuera así, la integración comercial entre Alemania, España y Portugal hubiera sido imposible. Los costos salariales en dólares de estos últimos dos países son muy inferiores al alemán. Sin embargo, pudieron integrarse porque la teoría económica dice que los países se van especializando en lo que son sus ventajas comparativas. Argentina seguirá teniendo ventajas en todo lo que es agro, minería, gas, industria alimenticia, y en ciertas áreas donde hace falta más capital humano.

-¿Se especializará en servicios?

-Servicios e industria de alta tecnología. Hay una gama de servicios muy amplia. Por caso, Argentina tiene un campo muy grande para explotar en los servicios turísticos. Podemos tomar el ejemplo de Italia. Ellos tienen salarios mucho más altos que los nuestros, y sin embargo son uno de los mayores productores y exportadores de calzado. No pueden competir con China en la producción de calzados para el público masivo, pero lograron conquistar un nicho de alta calidad. Argentina puede hacer lo mismo. Podemos especializarnos en productos de mayor calidad.

-¿Entonces considera que no habrá grandes perjuicios por la devaluación del real?

-Las ventajas comparativas lleva tiempo establecerlas y reforzarlas. En el corto plazo, ciertamente algunos sectores van a sufrir. Por eso se tomarán medidas para ayudar a paliar la transición. Pero tenemos que entender que el Mercosur es un proceso de integración a largo plazo. Brasil tendrá ventajas en determinadas áreas y nosotros en otras.

-Hasta ahora resulta poco claro que el gobierno tenga voluntad política para hacer la transición menos dolorosa.

-Pero existe, especialmente en este momento complejo debido a la excesiva devaluación del real. Esto no quiere decir que vamos a proteger a todos. Hay ciertas industrias que desgraciadamente, con tipos de cambios distintos, no van a poder sobrevivir. Hay que ser realistas. A mediano plazo, una vez que pase la crisis, Brasil va a terminar con una depreciación real de su moneda del 15 al 20 por ciento. En el interín la depreciación puede llegar al 40 o 50 por ciento. Roque expresó con toda claridad que se van a utilizar todos los instrumentos al alcance dentro de lo que estable la OMC, la Aladi y el Mercosur. Serán medidas temporarias. A la larga, las industrias van a tener que competir con precios relativos distintos.

-Tampoco se ve una actitud activa del gobierno, más allá de generar las condiciones macroeconómicas para que los sectores puedan desarrollarse, en pos de explotar actividades de nicho. En Italia existe una tarea del Estado muy firme para promocionar a las pymes que producen calzados.

-Existe un mito de que hacer políticas activas es hacer políticas de industria. En Argentina la industria hoy representa un porcentaje muy pequeño del empleo, no más del 15 por ciento, y sumando a la industria de la construcción, llega a algo así como el 25 por ciento. No es el sector que genere más empleo ni más producto. No voy a entrar ahora en el debate de qué son políticas activas, porque creo que a esta altura somos el equipo económico del piloto automático, querramos o no. Las políticas que llevan a una baja tasa de interés, como disminuir el riesgo país, ayudan a todos los sectores, no sólo a la industria.

-¿Si la perspectiva es que el Mercosur se estructure con Argentina produciendo commodities, cuál será el futuro de la industria automotriz?

-Hay cabida para la industria automotriz. Lo que probablemente ocurrirá es que las fábricas se van a especializar en aquellos modelos que requieren más terminación o mano de obra más calificada. Brasil producirá más modelos, pero aquí también se van a seguir fabricando autos.


Solo coinciden en una cosa

Por M. M.

Hay un dicho en la profesión: de una reunión entre dos economistas siempre surgen tres opiniones. Las visiones contrapuestas sobre la crisis brasileña que, en las últimas semanas, expresaron de los economistas más prestigiosos, varias en entrevistas con Página/12, ratifican que la economía está lejos de ser una ciencia exacta.

Más interesante todavía es el hecho de que esas opiniones crucen transversalmente a las escuelas económicas más tradicionales. Por ejemplo, Paul Samuelson, un gloria viviente del keynesianismo, siempre asociado a políticas más “progresistas”, no sólo defiende la receta típica del FMI de más tasas de interés y duro ajuste fiscal sino que, incluso, defiende la conveniencia de la Convertibilidad para Argentina.

En cambio, dos economistas, como Paul Krugman, del MIT, y Jeffrey Sachs, de Harvard, mucho más cuidadosos de la libertad de mercado, fustigan hoy los planes del Fondo. Krugman se atrevió a surgir una herejía por estos entre los economistas globalizados: “un toque de queda” a los capitales en Brasil. Es decir, que el Estado prohíba a los inversores de cambiar sus reales por dólares para escapar a plazas más seguras.

Krugman-Sachs plantean que el FMI está guiado por el dogmatismo y que con su receta no hace más que echar nafta a la crisis. La idea es que al estallar la crisis los inversores empiezan a correr hacia al dólar en manada, sólo preocupados por correr más rápido que los otros inversores. Entonces, al exigir, ciegamente, un aumento en las tasas de interés el Fondo lanza una señal de que la situación es todavía más crítica y agrava el pánico. Krugman describe así el circulo vicioso: “Los capitales se van de Brasil porque temen que el Gobierno no pague su deuda debido a las altas tasas de interés, la caída del real y la recesión que golpea la recaudación; entonces, las tasas de interés suben, el real se hunde y la economía está recesión porque los capitales se fugan”, afirma.

Sin embargo, Samuelson, a quien no se puede acusar de tener anteojeras ideológicas (al menos en el mismo sentido del FMI) no está de acuerdo con esta idea. Y cree que la subas de las tasas de interés son inevitables para morigerar la corrida.

Sea como fuere, todos los economistas entrevistados en las últimas semanas por este diario (Milton Friedman, Sachs, James Tobin, Lester Thurow), coinciden en un punto: Brasil debía dejar flotar el real y Argentina padecerá, en el mejor de los casos, una fuerte recesión.