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DES economías
Por Julio Nudler
Un joven de 25 años, que invierta hoy 5000 dólares en Wall
Street, cuando cumpla los 65 tendrá 320.000, capitalito con el
que podrá comprarse una renta vitalicia o un retiro programado,
según prefiera, sin preocuparse por efectuar aporte alguno en los
próximos 40 años de su vida activa. Para que se cumpla esta
predicción sólo es preciso que se satisfagan dos condiciones.
Una, que la Bolsa neoyorquina mantenga el rendimiento anual promedio que
ha mostrado desde 1926 hasta hoy. La otra, que las acciones adquiridas
por este novel inversor rindan y se valoricen más o menos lo mismo
que el promedio del mercado.
A quien no se maneje con un horizonte tan distante también puede
ofrecerle Wall Street alguna ganga. Por ejemplo: si los índices
persisten en el comportamiento que mostraron en los últimos 200
años, seis años y medio bastarán para duplicar el
dinero que se haya invertido en acciones. Y aunque los papeles empresarios
son muy volátiles en el corto plazo, en el largo no implican mayor
riesgo que los títulos del Tesoro norteamericano. Es decir, ninguno.
Estas impactantes afirmaciones son algunas de las que James K. Glassman
les dejó como despedida a sus lectores cuando hace poco clausuró
su columna sobre inversiones en The Washington Post, cuya publicación
había iniciado el 16 de julio de 1993. Aquel día, el índice
Dow Jones industrial marcó 3528. Ayer, exactamente seis años
después, cerró en 11.186 puntos. A este espectacular recorrido
habría que añadirle los dividendos repartidos en todo este
tiempo.
Quien en lugar de invertir en el Dow Jones lo hizo en el MerVal (que en
junio de 1992 rozó los 900 puntos y ahora está en 470) se
equivocó de colectivo. No es un problema de méritos personales,
sino de medio de transporte. Más vale no hacer el cálculo
de cuánto tendrá un joven de 25 años que hoy lleve
5000 pesos a la calle 25 de Mayo cuando alcance los 65. La pregunta es
si aportándole su dinero a una AFJP le irá mucho mejor.
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