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“Harry el viscoso”

“...En tan alegre disposición ven conmigo ante el notario, estampa tu firma en el contrato y acepta en sus condiciones que, si allí y en el día indicado no pagas lo adeudado podré cortar una libra de tu bella carne de la parte de tu cuerpo que mejor me plazca” (de
Shylock, “El Mercader de Venecia”).
Desde Shakespeare a esta parte, el “a.b.c.” de todo prestamista se ha basado en lograr los más grandes intereses posibles sólidamente garantizados o bien, si el patrimonio del deudor es apetecible, apropiarse del mismo mediante el complaciente suministro de fondos que se sabe no podrán ser saldados en tiempo y forma. Llámase a este sistema refinanciación o facilidades extendidas...
Para algunos que han dejado ya de ser jóvenes, vuelve a ser actual –en ciertas circunstancias– aquel personaje de los viejos dibujitos, “Oily Harry” quien, de levita y galera y con la escritura hipotecaria en su poder, pretendía quedarse no sólo con la casa de la abuelita sino con su joven nieta también.
Lamentablemente, no sólo ha dejado de frecuentar las pantallas el odiado personaje de entonces sino, también, el héroe que frustraba sus siniestros planes, relegados ambos a una ficción arcaica y olvidada. Aunque no por todos.

Pablo Caneva
CI 2.971.916


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