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EnFoque
Mejorar
la competitividad
Por Federico Poli*
Cualquiera que se tome el trabajo de comparar la actual
recesión con la de los últimos 20 años podrá
advertir que el cuadro macroeconómico argentino es preocupante.
Se pueden detectar cuatro grandes depresiones en la historia económica
reciente: dos en la década del 80 (80/82 y 89/90) y dos en
los 90 (94/95 y 98 en adelante). La gran diferencia entre esta última
que nos toca transcurrir y todas las anteriores reside en que hoy existe
un proceso deflacionario, con precios relativos desfavorables para los
sectores productores de bienes transables.
En la actual crisis, la importante caída de ventas convive con
una caída de precios de los bienes del agro y la industria, mientras
los servicios (costos de los primeros) se muestran inflexibles a la baja.
Esto se refleja en la evolución de los índices de precios
mayoristas (bienes transables) y minoristas (servicios). Estos índices
vienen mostrando comportamientos profundamente dispares desde el año
1998: deflación en los primeros y leve inflación en los
segundos, que se suman a la distorsión acumulada entre el comienzo
de la Convertibilidad y 1994.
Es decir, los productores de bienes soportan caídas de sus ingresos
por doble vía, volumen y precios, y su rentabilidad también
se ve atacada porque sus costos no se deflacionan. En todas
las anteriores recesiones, estos fenómenos (costos y precios) jugaron
a favor.
Otro dato novedoso es el comportamiento de las exportaciones. A la caída
de los componentes del gasto interno (consumo, inversión y gasto
público) se suman las ventas externas. Cuando uno mira el pasado
reciente, las exportaciones jugaron contracíclicamente (notablemente
en la crisis de la hiperinflación y en el Tequila). La caída
que se produjo durante el año 1998 (0,2 por ciento) y la que se
espera para el presente año (10 por ciento) no puede ser atribuida
sólo al fenómeno de ralentamiento del comercio mundial.
La desaceleración del crecimiento de las exportaciones locales
es un fenómeno que comenzó hace cuatro años y que
tiene causas estructurales más profundas que la evolución
del escenario internacional y Brasil.
La recesión actual se agrava cuando se la compara con las anteriores
experiencias porque se desenvuelve sobre la profundización de serios
desequilibrios macroeconómicos. El desempleo vuelve de nuevo a
estar en la senda ascendente que lo llevó al récord histórico
en el tequila. La situación fiscal es endeble. Al déficit
se le suma un endeudamiento público de 130.000 millones de dólares,
con un crecimiento anual de los intereses que viene siendo considerablemente
mayor que el de los ingresos fiscales corrientes desde el año 1992.
Esto genera un obvio efecto desplazamiento del sector privado
por parte del sector público del mercado de crédito doméstico.
Del lado del sector externo, la economía registra un déficit
en cuenta corriente del balance de pagos (déficit comercial más
pago de intereses de deuda externa) que, luego del punto de inflexión
en 1995, comenzó nuevamente a crecer hasta sobrepasar los 14.000
millones de dólares el año pasado. Las necesidades de dólares
se dan en un escenario de suba de tasa de interés por parte de
la Fed de los Estados Unidos y una caída notable del financiamiento
privado externo al país registrado durante 1998, que de 12.000
descendió a casi 4.000 millones de dólares.
Es imperioso realizar cambios profundos en la economía argentina.
Sin dudas, el más urgente consiste en tomar un paquete de medidas
para comenzar a dejar atrás la recesión y mejorar la competitividad
de nuestra producción. Porque son los sectores productores de bienes
transables los que nos puede ayudar a aliviar el desequilibrio interno
(desocupación), el desequilibrio externo (déficit en cuenta
corriente) y el fiscal (déficit público).
* Economista de la Unión Industrial.
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