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DES economías
Por Julio Nudler
Si hay algo que aumentó más que el Dow Jones es el número
de analistas bursátiles dedicados a orientar a los inversores.
A esta altura hay ya 2427 registrados, que prosperan, con un perfil cada
vez más alto, a pesar de que sus informes resultan cada día
más sosos e insustanciales, según la opinión general.
Esto no mella su prestigio y la adoración que suscitan entre sus
fanáticos, felices con las ganancias de capital.
La devoción que les profesan los banqueros de inversión
y los administradores de fondos disparó los honorarios, según
cifras que aportaba estos días Gretchen Morgenson, del New York
Times Service. Los analistas estrella están cosechando hasta 10
millones de dólares al año, y hasta los más bisoños
promedian unos 350 mil.
Estas fantásticas retribuciones se ven impulsadas por una avalancha
de lanzamientos, pero la clave es que los obreros del research cumplen
la tarea indispensable de generar compradores fuertes para los papeles,
que van a ayudar a sostenerlos, una vez en las pizarras.
Según un estudio que Tempest Consultants vienen efectuando desde
1997, los analistas dedican cada vez menos tiempo a su tarea específica,
que debería ser la tediosa investigación básica.
Dos años atrás todavía le consagraban un 47,6 por
ciento de las horas trabajadas. Ahora sólo 39,9 por ciento. Y los
propios analistas anticipan que en el 2000 ese porcentaje habrá
vuelto a bajar.
A lo que vienen asignando más tiempo es a la faena de venderles
activos a clientes institucionales. Esto es el resultado de un cambio
en el producto que ofrecen los analistas. No se trata tanto de que buceen
en los negocios de una compañía ni descubran filones o trampas
para la inversión, sino de que garanticen que los papeles que ellos
monitorean tengan quien los compre. La profesión, así vista,
no ofrece grandes peligros mientras Wall Street siga inflando sus índices.
Todos los que quieren seguir subiéndose a ese tren piden que alguien
les dé un empujoncito, y los analistas están hoy para eso..
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