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DES
economías
Por
Julio Nudler
El
90 por ciento de las víctimas de los desastres naturales son pobres
que viven en el tercer mundo, que no por casualidad son los primeros en
morir o en verse expulsados y reducidos a parias. Por otro lado, los costos
de las catástrofes climáticas ocurridas en 1998 fueron superiores
a los de toda la década de los 80, lo cual es un dato tan
cierto como difícil de digerir. Estos números los aportó
recientemente Kofi Annan, secretario general de Naciones Unidas, acompañándolos
con un análisis bastante razonable. Para él, el adjetivo
natural es cada vez más engañoso, porque los
cataclismos son hoy causados mucho más por las actividades humanas
que por los elementos.
Por un lado, en los países subdesarrollados la pobreza y la superpoblación
empujan a cada vez más gente a vivir en tierras anegadizas, en
zonas sísmicas y en laderas inestables, y en todos los casos en
viviendas inadecuadas y vulnerables. Al mismo tiempo, la tala masiva de
bosques y la mala explotación agrícola reducen la permeabilidad
del suelo, provocando más erosión e inundaciones. Muchos
científicos piensan, incluso, que la abrupta multiplicación
de desastres es el resultado del calentamiento del globo, a su vez ocasionado
por acciones humanas. De hecho, 1998 fue el año más cálido
de que se tenga registro. Todas estas causas siguen actuando, por lo que
la tendencia catastrófica continuará acentuándose.
De pronto, mirado el fenómeno bajo esta lóbrega luz, hasta
el reciente terremoto turco pierde en parte su carácter natural,
lo mismo que los huracanes que azotan el Caribe e inundaciones como las
que mantuvieron dos tercios de Bangladesh bajo las aguas durante meses.
El hombre recoge cada vez más tempestades, y la injusticia y la
ausencia de prevención provocan que ellas dejen enormes saldos
de víctimas. Una simple recorrida por zonas del Gran Buenos Aires
como el Camino del Buen Ayre y las villas miseria asentadas sobre
un subsuelo de basura permite, sin ir más lejos, contemplar
un escenario como el de la pesadilla descripta por Kofi Annan.
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