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Alan
Freeman es uno de los economistas marxistas
más importantes en la actualidad. Defiende el Mercosur y es pesimista
con la convertibilidad.
Para
qué sirven los economistas
Les pagan
para decir lo que le conviene al mercado
Por
Hebe Schmidt
Alan
Freeman, catedrático de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad
de Greenwich (Gran Bretaña); miembro de la Real Sociedad Económica
(GB), de la Asociación Económica Occidental (EUA) es uno
de los economistas marxistas más reconocidos de Occidente. En diálogo
con Cash señaló que los economistas no adelantan las crisis
porque la mayoría está hipnotizada con la idea de que el
mercado resuelve todo y, por lo tanto, no incorporan en sus análisis
el concepto de desequilibrio. Además, fue contundente con la convertibilidad:
Argentina va a tener que devaluar.
¿Por qué los economistas no son capaces de predecir
las crisis?
Porque no introducen en sus análisis la categoría
de desequilibrio. A los economistas les pagan para decir lo que conviene.
Muchos de ellos trabajan para empresas, instituciones o para el Gobierno.
Lo que conviene es lo que permita hacer que la gente acepte la política
que los gobiernos y grandes corporaciones plantean. En cierta medida,
el estudio del mercado es captado por un grupo de hombres organizados
en noviciados esotéricos que ellos mismos diseñan, formando
escuelas de posgrado y, para ser aceptados, deben adoptar la doctrina
que da por supuesto que el mercado es perfecto y que no cambia. Hay economistas
que no aceptan ese paradigma pero, al no poder demostrar estos fenómenos
como productos endógenos al mercado, son obligados a atribuirlos
a factores exógenos, como por ejemplo, a la crisis en Asia. Las
crisis financieras en Asia y Rusia, en el 98, dejaron al descubierto
que los economistas oficiales no conocían al mundo y que no tenían
capacidad para explicarlo y prevenir las crisis.
¿Y cuáles son esos cambios que se producen en el mercado?
Existen de dos tipos: la crisis regular, que se da cada 7 o 10 años,
desde 1825, y que es algo que el mercado produce dentro de sí,
como un factor endógeno y cíclico. En segundo lugar, hay
fases históricas donde las crisis son mucho más duras. En
las llamadas fases de crisis generalizadas, que duran entre 25 y 40 años,
esas crisis cíclicas son más profundas y hay más
desempleo. Yo creo que ahora vivimos en un período de crisis generalizada.
¿Qué hechos no pueden explicar los economistas?
El movimiento del mercado que los economistas ignoran es el del
incremento de las diferencias entre las naciones más pobres y las
más ricas. El mercado ha dividido al mundo en dos partes: sólo
un cuarto vive en buenas condiciones ; el resto está marginado.
Y esa dinámica los economistas no saben explicarla.
¿Qué más?
Creo que otra cosa muy importante es el cambio que se produjo en
la estructura del comercio internacional. Asia demostró que cuando
un país abre sus fronteras a los capitales, frente a una nación
adelantada como América del Norte, va directo a sufrir una crisis.
Por eso, cada nación debe desarrollar su propia economía
dentro del mercado mundial pero sin someterse al dominio del capital exterior.
¿Y el Mercosur es una alternativa, en este sentido?
Sí. Es una alternativa regional mal vista por los Estados
Unidos, que quiere contraponerle el ALCA, que no es otra cosa que abrir
las fronteras latinoamericanas sin obstáculos al capital norteamericano.
El libre comercio no existe. Lo que existe es que las grandes potencias
les dicen a los países pobres que acepten sus productos y su capital.
En Argentina, la mayoría de los economistas coincide en la
necesidad de mantener la convertibilidad. ¿Qué piensa?
No se puede mantener para siempre la paridad uno a uno con el dólar
porque la tasa de crecimiento de la productividad argentina es más
baja que la americana. La convertibilidad a lo único que conduce
es a no poder pagar la deuda, a incrementar el déficit comercial,
a que crezca el desempleo. Cualquier partido que gane las elecciones tendrá
que devaluar forzadamente.
¿Y cómo hacerlo sin deteriorar los salarios?
Es necesario introducir medidas para protegerlos. Por ejemplo, desarrollar
una política adecuada de gasto público, impulsar un mercado
interno, revitalizar un sector estatal ni burocrático ni corrupto
y favorecer a las industrias locales. Es idiota sólo devaluar,
sin tomar otras medidas políticas. El partido que gane debe pensar
qué va a hacer en el mismo momento que opere la inevitable devaluación.
Pensar que no se devaluará porque es una política antipopular
es una gran mentira porque, finalmente, van a tener que hacerlo. No se
trata de una decisión económica sino política.
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