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Buena
Moneda
Serenar
a las fieras
Por
Alfredo Zaiat
El
tema era lo suficientemente importante para la región para que
la CNN en español se sumara a la cadena nacional ecuatoriana, y
transmitiera en vivo el último domingo a la noche el discurso del
presidente Jamil Mahuad. Ecuador anunciaba que incumpliría con
compromisos de bonos Brady, precisamente los mismos títulos que
los acreedores inventaron para salir de una tormenta pasada. Y convocaba
así los fantasmas de una nueva crisis de la deuda latinoamericana,
como la que precipitó México con su moratoria en 1982. Mahuad
se ocupó que así sea, tanto para justificarse ante el pueblo
ecuatoriano como para mostrar un arma de negociación ante los acreedores,
avisando que Ecuador no es el único país de la región
que tiene problemas para pagar. Advertencia que fue ignorada el día
después pero que no por eso deja de ser inquietante. Solamente
la deuda pública y privada externa sin contabilizar la interna,
nacional y provincial de Latinoamérica supera los 820 mil
millones de dólares.
Ecuador no es México, ni por tamaño de su economía
ni por su influencia política, pero su rebeldía resulta
un síntoma de que ha concluido una etapa de relativa tranquilidad
en los endeudados países de la región. Durante los 80,
conocidos como la década pérdida, no hubo crecimiento económico
con la crisis de la deuda. La explosión fue provocada, entre otros
factores, por la duplicación de la tasa de interés internacional.
Esto generó una fenomenal sequía de capitales derivando
en un problema de financiamiento, que recién se superó en
los 90.
En la presente década, el dinero volvió a fluir de la mano
de la capitalización de deuda y las privatizaciones, herramientas
utilizadas por los acreedores para cobrarse la deuda vencida. Esa estrategia
se desarrolló en un contexto de derrumbe de la tasa de inflación
en el mundo, menor presión de los sindicatos, fuerte caída
de la tasa de interés en Estados Unidos acompañada por un
espectacular ciclo de crecimiento económico de la principal potencia
mundial. Se pusieron de moda los emergentes, y con la apertura económica
se dio un auge de la inversión extranjera directa en la región.
Fueron años de financiación exagerada, con inundación
de fondos luego de una década de sequía.
Pero ahora se acabó la fiesta, como bien explica el economista
Miguel Bein, y aparecieron los problemas de los deudores, privados y públicos,
debido a que los fondos recibidos no fueron aplicados en forma productiva
o en proyectos con una tasa de retorno que permitiera su devolución.
Irrumpió, entonces, nuevamente otra crisis de la deuda. La primera
señal provino del sector privado: en lo que va del año,
en la región se declararon 21 default (cesación de pagos)
de empresas, un record sin precedentes. Y las argentinas lideran ese ranking
con nueve, seguidas por seis mexicanas.
Para Bein lo que viene es un década balanceada, entre la brutal
sequía de los 80 y la abundancia de los 90, con capitales
ingresando con más prudencia, siempre y cuando la tasa internacional
no se dispare. El problema está en que los acreedores querrán
cobrar, y poco tienen para ofrecer los Estados deudores luego de privatizar
gran parte de sus empresas públicas. Liquidación que igualmente
no sirvió para evitar la duplicación de sus pasivos. Lo
único que serena a los dueños de bonos de la deuda es la
promesa de solvencia fiscal, en la que acuerdan tanto José Luis
Machinea como Jorge Remes Lenicov. Y aunque haya sido tomada como una
ley más, la de convertibilidad fiscal no lo es. Tiene como objetivo
equilibrar las cuentas para, fundamentalmente, garantizar el pago de la
deuda. Y así, las fieras podrán dormir tranquilas.
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