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Políticas
de empleo en Europa y la Argentina
Con
voluntad no alcanza
Un
experto francés analiza el caso argentino. Falta transparencia,
planificación y control posterior en los planes de empleo.
Por
Raúl Dellatorre
Patrick
Staelens, catedrático de la Universidad de Perpignan, Francia,
es asesor en políticas de empleo de organizaciones sindicales de
su país. Participó, en La Plata, de un seminario organizado
por la Comisión de Empleo de la Cámara de Diputados bonaerense.
Cash lo consultó sobre los resultados de la reducción de
la jornada laboral en Francia y para trazar un paralelo entre las políticas
de empleo en Europa y de Latinoamérica.
¿Hay oposición empresaria a las nuevas leyes de reducción
de la jornada laboral en Francia?
No hay una real oposición. Son leyes muy flexibles, con estímulos
muy fuertes, subsidios de 5000 a 9000 francos (900 a 1600 dólares)
por puesto de trabajo creado y exención de cargas sociales. Los
empresarios pueden adaptar la organización de la producción
a los nuevos horarios y sacar ventajas en productividad. La movilización
de 30 mil empresarios (hace aproximadamente un mes) respondió más
a razones político partidarias que a una verdadera preocupación
patronal.
Entonces, ¿no hay ninguna oposición?
En realidad, la oposición viene por el lado sindical, porque
no es una medida propiamente de izquierda. La CGT está en contra
del segundo proyecto, porque considera que las subvenciones a los empresarios
son excesivas, con un costo demasiado elevado para el Estado.
¿Cuáles son los resultados del régimen de reducción
de jornada hasta ahora?
La aplicación de la primera ley, de 1998, permitió
mantener 140 mil empleos que se hubieran perdido. Se firmaron 12 mil convenios
colectivos por empresa y más de 100 por ramas. A partir de enero
del 2000, el régimen será obligatorio para toda empresa
con más de 20 empleados, y desde el 2002 entra todo el resto.
¿Cómo se calculan los empleos que se hubieran perdido
sin el régimen?
Cuando una empresa decide despidos colectivos, está obligada a
anunciarlos por lo menos con un mes de anticipación y a elaborar
un plan de seguimiento de los desempleados: si se van a prejubilar o van
a recibir alguna formación técnica, con apoyo del Estado,
para reinsertarse. Este plan social se somete a consideración del
Ministerio de Trabajo, y sólo si éste lo acepta se autorizan
los despidos. Si no lo acepta, empieza una negociación, en donde
entra la alternativa de reducción de jornada y de salarios para
salvar empleos.
¿Hay control sobre las empresas para que respeten esta obligación?
Es una norma en toda Europa. En Bélgica, Renault despidió
sin dar preaviso y fue condenada. Hubo otro caso: Michelin informó
resultados estupendos y el mismo día anunció despidos. Ello
provocó que el gobierno enviara al Congreso un proyecto por el
cual una empresa no puede despedir cuando tiene ganancias. Cada despedido
pasa a estar a cargo del Estado. Además, el principal accionista
de Michelin es un fondo norteamericano de jubilación. Es decir,
que se despedía gente para pagarle una renta a los jubilados estadounidenses.
Eso provocó una fuerte reacción.
Después de este seminario, ¿qué comparación
podría hacer entre las políticas oficiales en América
latina y Europa?
En Europa ningún gobierno apoya las ideas neoliberales. Pero
el problema del empleo no se soluciona sólo con voluntad política,
sino con planes concretos. El diputado Daniel Cieza (titular de la Comisión
de Empleo en la legislatura bonaerense) nos sorprendió con las
cifras que se destinan a políticas de empleo en su provincia, de
varios millones de pesos por día, pero sin resultados concretos.
En Francia no podría pasar, porque cada asignación de fondos
requiere de un plan de acción previo, con los resultados esperados.
En la Argentina no parece existir transparencia, planificación
de políticas ni, fundamentalmente, el control posterior.
Sin embargo, en Francia la tasa de desempleo se mantiene alta...
No hablamos de la misma cosa cuando decimos que Francia tiene un
11 por ciento de desempleo, la Argentina el 14,5 y México el 2.
El trabajo informal en Francia es desempleo o subocupación. Tampoco
se deja de medir como población activa al desalentado.
Si uno mide el desempleo como en la Argentina, la solución parece
fácil. Con desalentar a todos los desempleados, basta: se acaba
la desocupación.
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