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HERENCIA
salud
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La desocupación y del trabajo en negro implicó que 2,2
millones de personas perdieran su obra social.
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Casi la mitad de la población carece de cobertura de salud.
- Según un estudio de la consultora Equis, en el quintil
de menor ingreso, el 64,9 por ciento no posee asistencia médica.
- Las prepagas sólo cubren a un 5 por ciento
de la población y están concentradas en las grandes ciudades
- Los planes del futuro gobierno
incluyen brindarle atención de un médico de cabecera a
toda persona que no posea cobertura social o privada
- Reestructurar el sistema de obras sociales,
bajando los costos y eliminando la corrupción
- Y asegurar el consumo de medicamentos
a toda la población.
Por
Roberto Navarro
La
herencia más pesada que le deja Carlos Menem a Fernando de la
Rúa es el desempleo y sus efectos en la sociedad. El deterioro
de las condiciones laborales durante los últimos diez años
derivó en un grave perjuicio para el sistema de salud. El incremento
de la desocupación y del trabajo en negro implicó que
2,2 millones de personas perdieran su obra social. La mayoría
pasó a atenderse en los hospitales públicos que, desbordados,
están dando turnos para 60 días después. A su vez,
la disminución de los ingresos de los trabajadores y la reducción
de los aportes patronales contribuyeron a desfinanciar a las obras sociales,
que redujeron la cobertura a sus afiliados. También la medicina
privada se vio afectada por esta crisis. Héctor Lombardo, coordinador
del equipo de transición del futuro gobierno en materia de salud
y candidato a ocupar la secretaría de esa cartera, adelantó
a Cash que el gobierno de De la Rúa enfrentará la crisis
implementando un sistema de médicos de cabecera que atenderán
en sus consultorios a todas las personas que no tengan cobertura médica
social o privada (ver recuadro).
Según datos del Indec, la cantidad de beneficiarios de las obras
sociales nacionales, incluyendo el PAMI, disminuyó de 18 millones
en 1990 a 15,8 millones en la actualidad. En ese período la población
se incrementó un 11 por ciento. En consecuencia, si al principio
de la década el 55,3 por ciento de la población estaba
cubierta por ese tipo de cobertura médica, ahora sólo
la alcanza el 43,7 por ciento, incluyendo las obras sociales provinciales
y las prepagas, casi la mitad de la población carece de cobertura
de salud.
Las obras sociales son obligatorias para todos los empleados en relación
de dependencia, y se financian con un aporte del empleador (5 por ciento
del salario) y del empleado (3 por ciento). A los desempleados la obra
social sólo los cubre hasta tres meses después de su despido
o renuncia. Así, con el aumento de la desocupación mucha
gente fue perdiendo su obra social. Además, hubo un notable aumento
del empleo en negro.
Los que más carecen de obra social son los que más lo
necesitan: los pobres. Porque entre ellos se encuentran la mayor cantidad
de desocupados y de trabajadores en negro. Según un estudio de
la consultora Equis, en el quintil de menor ingreso, el 64,9 por ciento
no posee cobertura de salud. Desplazada del sistema de seguridad social,
la gente buscó atención en los hospitales. Según
datos del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, entre
1993 y 1998, las consultas externas pasaron de 6,6 millones a 10,4 millones
y las internaciones de 282.574 a 386.369. Este aumento de la demanda,
que se dio en todo el país, no fue compensado por un gasto mayor
del sector público en salud. Por el contrario, en el mismo período,
el total las erogaciones de los hospitales nacionales, provinciales
y municipales se redujo en un 2 por ciento. El doctor Aldo Neri, ex
ministro de Salud durante el gobierno de Raúl Alfonsín,
señaló a Cash que también varió la composición
social de los pacientes de los hospitales públicos. La
clase media empobrecida desplazó, en parte, a los indigentes,
que, sin dinero para transporte ni para aranceles hospitalarios ni medicamentos,
dejó de concurrir al médico, explicó Neri.
Los que lograron mantener sus empleos, y así su obra social,
también sufrieron un deterioro en la cantidad y calidad de las
prestaciones médicas. La pérdida de afiliados, sumada
a la disminución de los ingresos de los trabajadores y la reducción
de los aportes patronales, resultó en la desfinanciación
de las obras sociales. De las 350 que funcionaban hace cinco años,
sólo quedan 260. De acuerdo con el Ministerio de Economía,
entre 1994 y 1998, el gasto médico de las obras sociales nacionales,
provinciales y del PAMI cayó de 8225 a 7662 millones de pesos.
Como en un juego de dominó, la caída de las obras sociales
arrastró también a la medicina privada. Norberto Larroca,
titular de la cámara que agrupa a clínicas y sanatorios,
explicó a Cash que el 90 por ciento de loque facturan proviene
de las obras sociales y que estas entidades pagan con atrasos de hasta
180 días. Las prepagas sólo cubren a un 5 por ciento
de la población y están concentradas en las grandes ciudades,
indicó el empresario. Y agregó: El IOMA, la obra
social de la provincia de Buenos Aires, nos debe cinco meses; el PAMI
adeuda más de 800 millones de pesos. Ya cerraron 300 clínicas
y las 2000 que quedan están en estado de emergencia.
La debacle del sistema de salud nacional se dio en un contexto de deterioro
de las condiciones sanitarias de la población. Según un
informe del Ministerio de Salud, los casos de enfermedades epidemiológicas
notificados pasaron de 450 mil en 1990 a 1,7 millones en 1998. Hubo
un fuerte crecimiento de este tipo de patologías debido a problemas
de higiene, vivienda y al aumento de las temperaturas.
Los planes del futuro gobierno incluyen brindarle atención de
un médico de cabecera a toda persona que no posea cobertura social
o privada; reestructurar el sistema de obras sociales, bajando los costos
y eliminando la corrupción, y asegurar el consumo de medicamentos
a toda la población. Además de demostrar su vocación
de convertir sus promesas electorales en hechos, el futuro gobierno
tendrá que lidiar con los sindicatos, que manejan las obras sociales,
con los gobernadores, porque el sistema de salud es federal, y con los
laboratorios medicinales, que ya han demostrado cuan aguerridos pueden
ser a la hora de defender sus fabulosas ganancias.
Recursos
no es lo que falta
Cuando
el equipo de transición del gobierno entrante recibió
las primeras informaciones del Ministerio de Salud, se encontró
con dos noticias: una mala y otra buena. La mala es que el sistema
de salud se encuentra en una situación tan grave que
son pocos los ciudadanos que reciben una atención médica
eficiente en tiempo y en forma; la buena es que el gasto en
salud del país es del 8 por ciento del PBI, tan alto
como el de Inglaterra o Canadá, dos países que
se destacan por su atención sanitaria. En 1998 el gasto
en salud fue de más de 23 mil millones de pesos. El equivalente
a 53 pesos por persona por mes. Si ese gasto se distribuye con
mayor equidad y sin intermediaciones, el futuro gobierno puede
brindar un buen servicio de salud a todos los habitantes del
país.
Dentro del total de lo que se gasta en salud anualmente se destacan
los casi seis mil millones de pesos que se destinan a medicamentos,
que en Argentina cuestan hasta un 300 por ciento más
que en países limítrofes. También están
los 2400 millones que recibe el PAMI, que paga sobreprecios
en todas sus contrataciones. Se incluyen los 4000 millones que
gastan las obras sociales nacionales, manejadas por los sindicatos,
acusados repetidamente de maniobras corruptas. El doctor René
Favaloro denunció públicamente que en su Fundación
no puede atender a las grandes obras sociales porque no
acepta pagar retornos.
El país cuenta con un promedio razonable de camas por
habitante: 5 por cada 1000 personas. Y con un más que
suficiente número de médicos: 270 por cada 100.000
habitantes. El gobierno de Fernando de la Rúa contará
con cantidad de profesionales, infraestructura y presupuesto
adecuados. De la administración que haga de estos recursos
dependerá, en buena medida, la salud de la población.
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Alberto
Barbeito, economista del CIEPP
El
Estado como refugio
El deterioro del mercado laboral está comprometiendo
seriamente la situación de la seguridad social en el
país. Cada vez hay menos gente con aportes regulares
que le aseguren su permanencia en una obra social. Lo peor
es que el problema se puede proyectar hacia el futuro con
características más graves aún. La última
reforma previsional incluyó rigideces en el sistema,
como la exigencia de 30 años de aportes o la que requiere
pagar en término por lo menos la mitad de los 36 meses
anteriores a la edad jubilatoria, que determinarán
que cada vez se jubile menos gente. Así, en el futuro,
serán muy pocos los que tengan derecho a utilizar el
PAMI. Por otra parte, la disminución de los ingresos
de los trabajadores redujo el presupuesto de las obras sociales,
en un momento en el que la medicina encareció sus precios,
principalmente de medicamentos. Como consecuencia, las obras
sociales recortaron el alcance de sus coberturas, obligando
a la gente a aumentar sus gastos de bolsillo en salud, dato
que se verifica en la última Encuesta Permanente de
Hogares del INdEC. Los que perdieron su obra social van a
parar a los hospitales públicos, que la administración
menemista descentralizó, dejándolos en manos
de las provincias. Esa es una de las causas del aumento del
gasto de muchos estados provinciales que tuvieron que hacerse
cargo de la salud y la educación pública, que
cada vez amparan a más personas que quedaron afuera
de los grupos de consumo.
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Héctor
Lombardo, futuro secretario de Salud
Así va a ser el plan
de la Alianza
El
secretario de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
fue el coordinador del equipo que elaboró la plataforma
de la Alianza en materia de salud y está a cargo del
grupo que se está reuniendo diariamente en el Ministerio
de Salud de la Nación para recabar información.
Cada vez menos gente tiene cobertura médica por
obra social, son muy pocos los que pueden pagar una prepaga
y los hospitales no dan abasto. ¿Qué medidas va
a tomar el nuevo gobierno?
La pérdida de la obra social de mucha gente tiene
que ver con problemas en el mercado de trabajo. No hay política
de salud si no hay política social. En cuanto a lo que
depende directamente del Ministerio de Salud habrá que
empezar de nuevo. Se invirtieron 800 millones de dólares
en subsidios a las obras sociales y no rindieron ningún
fruto. Siguen estando mal gerenciadas y por eso no hacen un
uso eficiente de los recursos.
¿Qué van a hacer para mejorar la cobertura
de las obras sociales?
Primero hay que reducir la cantidad de entidades porque
se están generando gastos innecesarios para mantener
tantas estructuras. Luego hay que reorganizarlas administrativamente
para bajar los costos. Pero lo principal es terminar con la
corrupción. Se están pagando sobreprecios en todas
las contrataciones. Además, vamos a exigir que trabajen
con un relevamiento epidemiológico de la población
para que inviertan en medicina preventiva. Con los mismos ingresos
las obras sociales van a funcionar mucho mejor.
¿Qué pasa con la gente que no tiene obra
social, que es la mayoría?
Vamos a implementar el Plan Nacional de Médicos
de Cabecera, similar al que llevamos adelante en la Ciudad de
Buenos Aires. Cada hospital nombrará por concurso un
grupo de profesionales para actuar como médicos de cabecera.
Nosotros sólo exigiremos que tengan un consultorio en
la zona que le corresponda a cada uno y les pagaremos por paciente
atendido. La gente debe acreditar domicilio y declarar bajo
juramento que no posee ningún tipo de cobertura de salud.
Se les dará una credencial y con eso van a ser atendidos
en un consultorio privado sin pagar un peso. En caso de necesidad
de internación, el médico derivará al paciente
al hospital zonal.
¿Cómo van a hacer para hacer llegar este
plan a todo el país, siendo que el gasto en salud está
descentralizado por provincias?
Se les propondrá a todos los gobernadores que implementen
un sistema similar. Que el presupuesto esté descentralizado
no es excusa para no tener un sistema de salud nacional. El
Gobierno va a estimular a las provincias económicamente
para que se adhieran al plan. Así como hasta ahora se
les daba dinero a las provincias amigas, en adelante se les
dará a las eficientes.
¿Y en cuanto a la medicina privada?
De la misma manera que la crisis de las obras sociales
arrastró a la medicina privada, su resurgimiento la reflotará.
La responsabilidad del Estado es controlar la oferta de las
clínicas y de las prepagas para que no le vendan a la
gente servicios que no necesita y no prometan lo que luego no
van a cumplir.
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