Roni Size
estuvo en Brasil
El
mago del drumnbass
HORACIO MARTIN
Desde San Pablo
Roni
Size pasó por San Pablo como una de las estrellas de la tercera
edición del Festival Close-up, que también ofreció
la presencia de Prodigy. En diálogo con el No, el hombre que
se puso al frente del movimiento drumnbass con
su cd New Forms, dijo que el disco ayudó a llevar mi música
fuera del circuito local. Me encanta el rhythm & blues, puedo hacer
una música agresiva, pero si me quiero relajar no dejo de lado
el soul. Y adelantó que acaba de finalizar un disco, titulado
Ultra Obsceno, firmado por Break Beat Era (un proyecto paralelo que
tiene con un tal Dj Die), que saldrá a la venta en agosto por
el sello XL Recordings. Estamos empezando a hacer un nuevo disco
con mi banda, Reprazent, que todavía no tiene nombre y debería
salir a fin de año, comentó el pequeño morocho
de largos dreadlocks.
Sin embargo, no parece tan contento con la evolución de los acontecimientos
(difusión, moda y todo eso) del drumnbass siete
años atrás esa música era muy fresca, nueva y excitante.
Ahora llegó a un punto que no tiene la misma fuerza de antes,
aunque el estilo se está consolidando mundialmente. Como pasó
con el hip hop, que tuvo altos y bajos, y que hoy mueve tanto dinero.
Eso le da la oportunidad a los artistas de hacer nuevas experiencias.
Sobre su música, Size opinó que poco me preocupa
si éste o aquel beat es menos drumnbass de lo que
debía, mi único compromiso está en crear nuevas
músicas. ¿Qué es comercial?. Cuando estuve en Nueva
York, vi un outdoor enorme de los WuTang Clan en Times Square, más
grande que los de Sony. ¿Pero eso quiere decir que el hip hop
de Wu-Tang Clan es comercial? Claro que no. Ellos están en la
vanguardia del hip hop.
Oh, soy
kissero...
es
un sentimiento
M.E.
El
martes pasado 1000 personas desbordaron Scape, la disco rockera donde
se hizo la Kiss Expo organizada por la voluntariosa revista Kiss Fever.
Además de contar con Bruce Kulick, el último guitarrista
de la banda pre reingreso de Ace Frehley, los kisseros porteños
disfrutaron de una exposición por demás bizarra. A las
pruebas: el stand expositor más visitado fue el de Kiss Museum.
Los dueños de los 51 objetos expuestos son señores entrados
en los cuarenta, que moderan una mailing list de fans para toda Latinomérica.
Y no vendemos nada, explica Carlos Gaggero, uno de los felices
coleccionistas. ¿Los objetos? LPs ediciones originales
de todos los países, picture discs piratas, naipes del año
78, lápices de la década del setenta inconseguibles,
velas (!), relojes, botellas de vino con el rostro de Paul Stanley,
tarjetas telefónicas, autitos de colección y un larguísimo
etcétera. Más allá, bajo una bola de espejitos
giratoria, se acomodaba el Stand de Metal Strock, un negocio que vende
exclusivamente merchandising y discos de Kiss, con sede en Villa del
Parque. Acá sí que había venta de pins, remeras,
fotos, llaveros, muñecos y demás. Por supuesto estaba
el stand de los organizadores, Kiss Fever, vendiendo números
atrasados y cds de Kefren, la banda de covers de los carapintadas.
Y al lado, un stand insospechado: el de Planeta Televisión. Somos
una agrupación retro de los 70 y los 80 que debuta en la Expo,
y tenemos planeado organizar eventos, decía uno de los
integrantes, Esteban. Sobre la mesa habían acomodado discos de
Jacinta Pichimahuida, El Zorro; Gaby, Fofó y Miliki, más
juguetes míticos como el Master, los Pocketers y otros objetos
nostálgicos del niño argentino. ¿Y por qué
en una exposición de Kiss?. Porque, dicen Kiss eran nuestros
superhéroes de la infancia, tanto como Balá o Batman.
Si creciste en los 80 o a fines de los 70, Kiss es parte de tu historia.
Más
aventuras del héroe de la gente común
El
Turista
Más Bonaerense
EL
TURISTA
Eva
la froteurista
Mis relaciones con Ch son cada vez más estrechas.
Y cuanto más estrechas son, más extraña e inquietante
me resulta su presencia, entre atareada y festiva. De todas maneras
siempre me hago mi tiempo para seguir con MIS propias investigaciones.
A fin de cuentas para un turista el viajar es una de sus obligaciones
básicas. Por lo tanto, en los momentos en que Billy no requería
de mis servicios me dediqué a viajar por los medios de transporte,
entusiasmado con investigar el funcionamiento del sistema linfático-mecánico
laboral de Humillación y Recalentamiento al que someten a los
Esclavos de las más bajas categorías. Primero empezaría
por el Subterráneo para luego ir ascendiendo por los anillos
infernales hasta llegar al Purgatorio ferroviario, para arribar finalmente
a la Ascensión en Avión hacia la Madre Patria.
En uno de esos viajes, de repente apareció una figura femenina
con un rostro un tanto difuso, ni lindo ni feo, ni raro ni común...
un rostro irreconocible. Su cuerpo sí, era algo digno de verse...
y de frotarse. Ahora bien: Eva (tal era su nombre) sólo aparecía
en los trenes a las horas pico, y sus costumbres, para los que las gozamos
y sufrimos, eran realmente inquietantes. Para empezar, esta Eva tenía
la rara capacidad de poder violar y torturar a los transeúntes.
Este tratamiento de shock sensual que además era adictivo
se producía a través de un Excelso Dominio del Arte Froteurista:
simplemente con algunos movimientos (imperceptibles para los demás
transeúntes) lograba estimular las zonas erógenas de sus
víctimas. Esto lo sé porque lo he visto, y porque yo mismo,
meses después de haberla identificado me vi, cuando llegó
mi froturno, también convertido en un Turista Froteurista.
Nunca olvidaré la memorable mañana en que la vi por primera
vez en acción. Al entrar en el Subterráneo, la bienvenida
fue un Sonido Chirriante y Lacerante, como si los Hermanos Reid y los
Asheton estuvieran realizando el último recital de sus vidas:
en realidad, sólo era la muchachada de Metrovías, que
estaban arreglando algunos pequeños desperfectos técnicos.
Al parecer la gente no registraba este sonido, pero, como yo estaba
desvariando, para proteger mis tímpanos y mi integridad me encapsulé
los walkman. El casete elegido era el primero de Velvet Underground,
el de la bananita. La canción: Venus in furs, la de los latigazos.
Trascartón me compré una bananita dolca y, mientras miraba
a las hermosas pornostars del kiosco, empecé a hurgarme (disimuladamente)
mi propia bananita. Una vez en el subte, apretujado con todos mis compañeros
de viaje. Al principio, al ver a Eva y a su víctima (un torpe
muchacho pelilargo con camiseta de Hermética y globito de Huracán
colgando de su llavero) frotarse y hamacarse al vaivén de los
rieles, pensé que estaba sufriendo una típica alucinación
velvetiana, en la que todos los pasajeros se dejaban llevar por los
hipnóticos latigazos de Mauren Tucker, para involucrarse en una
orgía espontánea satisfaciendo sus deseos sexuales insatisfechos.
Pero no. La alucinación era nítida y se enfocaba en el
Muchacho Quemero enredado por una mujercita (Eva) con aire secretarial.
Cuando Eva bajó en Av. de Mayo me acerqué a su víctima:
sus ojos blancos y extasiados, una pequeña mancha a la altura
de la cremallera y su precario equilibrio lo decían todo. Había
sido froteurizado.