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URBANISMO

LA INVASION DE LA PUBLICIDAD, EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
El espacio publico privatizado

Las calles, veredas, postes y hasta plazas de la ciudad, particularmente en las zonas norte y centro, han sido ganadas por el abuso de propaganda y la utilización para exposición de mercadería. No sólo afecta el paisaje cotidiano, sino que además provoca contaminación sonora y visual. Las falencias del poder de policía y las soluciones imaginadas por el Gobierno de la Ciudad.

Por Liliana Sánchez

El uso abusivo del espacio público es, en Buenos Aires, una práctica tan frecuente que pasó a formar parte del paisaje cotidiano. Los carteles publicitarios cubren postes, columnas de alumbrado, semáforos y también interrumpen la fisonomía de algunos espacios verdes como la plaza Houssay y el Parque 3 de Febrero. Por su parte, muchos comercios (kioscos, verdulerías, bazares) exponen parte de sus mercaderías en la vereda; y otros locales de gastronomía instalan afuera (en la acera) más cantidad de mesas y sillas que las permitidas por las disposiciones vigentes, con toldos, sombrillas y maceteros incluidos.

Si bien esta ocupación invasiva afecta a toda la ciudad, se hace particularmente intensa en los alrededores de los centros de transferencia polimodal de pasajeros, como Retiro, Once y Constitución. En éstas hay que agregar la presencia de los vendedores callejeros que se posicionan con sus mesas o mantas extendidas sobre el suelo. Esta sobreutilización de los espacios comunes determina cierta degradación de la estética urbana, además de provocar contaminación sonora y visual.

El organismo que ejerce el poder de policía para controlar (y evitar) estas irregularidades es la Secretaría de Gobierno de la Ciudad, a través de la Dirección de Verificaciones y Habilitaciones. Allí mismo se incluye la congestión de tránsito y el mal estacionamiento como otras formas del uso indebido de la vía pública. Y se admite que en muchos casos éstas son consecuencias provocadas por los grandes emprendimientos privados emplazados en la zona norte y centro de la ciudad. “Muchas de esas inversiones conllevan determinado impacto que, al no ser evaluado, perjudican al espacio público. No hay playas de estacionamiento subterráneas”, dice Daniel Martini, subsecretario de Asuntos Políticos e Institucionales de la Ciudad.

Para suplir esta carencia es que ya se aprobó el llamado a licitación pública para la construcción y concesión de 13 playas de estacionamiento subterráneas. Estarán ubicadas debajo de otras tantas plazas de la ciudad que fueron elegidas con la declamada intención de “descomprimir la saturación de tránsito en el micro y macrocentro”; pero, con excepción de las que se emplazarán en la estación Saavedra del F.C. Mitre, en la Plaza de los Virreyes, en Flores Sur, y en el Boulevard de la Av. San Isidro, el resto no quedarán muy alejadas del macrocentro. Puesto que habrá 5 en la zona de Belgrano (Plazas Alberti, Balcarce, Noruega, J.J. Paso y Barrancas); una en Barrio Norte (Plaza Mons. D’Andrea); una en Recoleta (Plaza E. Mitre); una en Palermo (Parque Las Heras); una en Flores (Plaza Pueyrredón) y otra en Chacarita (Parque Los Andes).

La calle: un lugar para estacionar

Empero, no siempre el uso abusivo de la vía pública se resuelve con más playas de estacionamiento, como ocurre por ejemplo, en el barrio La Isla, un sector de La Paternal. Allí, sobre Av. Warnes al 2000, se han radicado empresas (distribuidoras de agua mineral, cerveza) que con el tiempo han expandido sus actividades y el espacio del que disponen ya les resulta insuficiente. “La consecuencia es una cantidad de camiones estacionados por cualquier lugar, que penetran en las calles aledañas. Si un vehículo está estacionado 1, 2 o 3 días en la calle, de alguna manera el espacio público se convierte en un depósito gratuito”, observa el arq. Horacio Perna, representante de la parroquia Santa Inés. La intención de los vecinos es llegar a consensuar con los empresarios una metodología de movimiento de los camiones (ingresos y egresos programados) de manera que no haya vehículos en espera.

Desde diversos sectores coinciden en que existe “una cultura de abuso al espacio público” y una expresión tangible lo constituye la publicidad ilegal que no deja a salvo ni siquiera las columnas de la Av. de Mayo y de la que participan tanto los particulares como los mismos partidos políticos con representación en el Congreso Nacional y en la Legislatura local. “Creo que tiene mucho que ver en eso la falta de poder de policía que en este momento está bastante ausente en la ciudad. Debería haber un mayor control de ese tipo de cosas”, sostiene el arq. Perna.

También es cierto que las normas que regulan el uso y aprovechamiento del espacio público provienen tanto del Código de Planeamiento Urbano, como del de Edificación, el de Publicidad, o de Habilitaciones. Y “es indispensable trabajar en un concepto global del espacio público; hoy tenemos distintas normas todas superpuestas y, para coordinar estas acciones, resulta imprescindible dictar un código para el espacio público”, justifica el subsecretario de Gobierno.

Apto para la convivencia

Los espacios públicos de una ciudad son, además, el lugar donde se produce el intercambio social y la integración entre sus habitantes. “A veces, hacer una denuncia (contra alguien que invade el espacio común) no es lo más agradable para quien deba convivir, porque en definitiva se está generando una enemistad”, dicen los vecinos de La Paternal, quienes prefieren consensuar para alcanzar un nivel de convivencia aceptable para todos. El mismo espíritu parece animar a las autoridades locales que se manifiestan dispuestas a “consensuar con el mediano y pequeño comerciante la funcionalidad del espacio y garantizar que pueda ser usado por todos”.